El debilitado espectro de una Ciudadanía Social efectiva en nuestro país o del derecho concreto de muchos mexicanos a un mínimo de bienestar material por el simple hecho de ser mexicanos, ha permitido que se erosionen las otras dos nociones de ciudadanía que empezaban a consolidarse en México.
La Ciudadanía Jurídica, que es la aplicación de la ley en todo el territorio y a todos por igual, y la Ciudadanía Política, traducido en el derecho a elegir sin coerción a nuestros gobernantes, han sido comprometidas al establecerse un intercambio de facto con amplios sectores de la población. El intercambio pragmático de una “política del refrigerador”, donde a cambio de apoyos y programas subordinados de forma personalísima, millones de mexicanos dan su respaldo incondicional al régimen, sin importar los graves déficits que hoy vivimos en materia de seguridad y salud, la paulatina destrucción de las instituciones y el debilitamiento de nuestra economía y finanzas públicas, solo por citar ejemplos.
Eventualmente es cierto que la acumulación de malas decisiones sobre el destino de la inversión pública, el ambiente económico y gestión gubernamental en general, crean una crisis seria y muchos piensan que eso hará la diferencia en el 2024 o en el 2030, o en un futuro. Nada más ingenuo que esa ecuación. Dentro de ciertos márgenes, mientras peor esté el país y la economía de las mayorías, más fuerte será el partido gobernante en México.
En un país en crisis, los apoyos gubernamentales entregados personalmente se vuelven cada día más importantes para sus beneficiarios. El incremento de la pobreza, la inflación, la violencia y las fallas de la economía rural hacen que más mexicanos dependan del “pacto del refrigerador” y tales apoyos se vuelven imprescindibles para la población forzada por sus necesidades. El deterioro generalizado de las condiciones de bienestar en el país no debilita a Morena, por el contrario, lo consolida y en algunos casos amplían sus bases secuestradas. Esto es algo que la sociología, la ciencia política e incluso épicas novelas, como 1984 o Rebelión en la granja de George Orwell, por poner algunos ejemplos sobre el autoritarismo, han explorado a detalle: en la medida que la violencia y la recesión se agudizan, las prebendas que se distribuyen de manera discrecional se vuelven más efectivas como medio de control. Cuando hay hambre, manda quien distribuye las despensas.
En un país en crecimiento, generando empleos bien pagados, creando nuevas oportunidades económicas y de movilidad social vinculada a la productividad, los apoyos gubernamentales tenderían a ser irrelevantes para las familias que estarían en condiciones de generar su propia prosperidad sin necesidad de asistencialismos.
El régimen de Morena requiere que el país se encuentre en una pobreza funcional como la “política del refrigerador”, para hacerla sistemática y para que su control sobre apoyos y programas logre el máximo rendimiento electoral y de control. Lo más grave es que no se oculta esa estrategia. Una y otra vez nos ha puesto sobre la mesa su proyecto de una economía idílica y de subsistencia para México, una donde lo que obsequia el gobierno hace la diferencia en el destino inmediato de una familia.
Quien crea que en el 2024 el deterioro económico y social va a despertar al país se equivoca. Ese es el escenario soñado de Morena. Ahí ellos salen ganando. La amenaza real para el partido en el poder es un país que se despabila, donde los mexicanos puedan ver más allá de la urgencia inmediata y reclamen de nuevo y como mayoría la unidad nacional y la despolarización social, decisiones públicas razonables y la despolitización de los programas sociales, educativos, de salud y fomento económico que hoy se enmascaran. Tomemos nota ya.
Exgobernador de Yucatán y Secretario de Alianzas Politicas del CEN del PRI
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