La elección presidencial del 2018 y el gobierno actual representan la crisis y contradicción final del régimen surgido después de la Constitución de 1917. El triunfo de Morena no es el futuro, sino la catarsis ordenada por el hartazgo ciudadano con un mirar retrospectivo.

Hoy sólo se propone nostalgia, una regeneradora vuelta a un pasado que nunca existió y un ajuste de cuentas entre clases, en una sociedad altamente desigual. La nostalgia es ahora un estilo de gobernar.

Sin embargo, no podemos olvidar que Morena sí llegó al poder proponiendo algo, una idea inmediatista que si bien no tiene gran contenido lógico o histórico, si suena heroica e inspiradora: la Cuarta Transformación. Esa idea inacabada ha sido el eje de un discurso efectivo para ganar elecciones.

Ahora bien, conforme va terminando esa catarsis, los partidos políticos en la oposición que aspiremos a formar parte de un nuevo comienzo y a ser vehículos para que la sociedad estructure sus aspiraciones y causas, debemos preguntarnos qué propondremos para ganarnos la sagrada confianza ciudadana y acceder legítimamente al poder en 2024; cuál será el fundamento y la idea con contenido de nuestra visión para ganar las elecciones.

En ese marco, yo propongo que nuestro planteamiento épico e inspirador para el 2024 sea la Ciudadanía Social; es decir, que ser ciudadano mexicano signifique algo real en términos de derechos sociales, que éstos dejen de ser meras declaraciones programáticas constitucionales y se conviertan en garantías concretas y exigibles en materia de bienestar: seguridad, salud, alimentación, ingreso, vivienda y educación.

La idea de Ciudadanía Social no es arbitraria ni impertinente. T.H. Marshall uno de los grandes teóricos del welfare state, señaló que la Ciudadanía Plena se construye en tres etapas sucesivas. Primero, la Ciudadanía Jurídica, que es la capacidad de una Nación para darse sus propias leyes y hacer que todos sus habitantes sean iguales ante la ley. En México, esa ciudadanía se construyó entre 1824 y 1917.

Añade Marshall que sólo sobre la base de la Ciudadanía Jurídica se puede construir la Ciudadanía Política, que es el derecho de los ciudadanos a elegir a sus gobernantes en un contexto plural y de democracia plena. En México ese ciclo inició con Madero y concluyó con la alternancia que ha otorgado la Presidencia a los extremos del espectro político entre 2000 y 2018.

Ahora lo que sigue es construir la Ciudadanía Social, la tercera etapa, la conclusiva del concepto “ciudadanía”. Esa es una meta real y electoralmente atractiva para el desarrollo de la Patria.

Edificar la Ciudadanía Social podría ser la base de un novedoso Contrato Social en México, uno que, dé paso a una sociedad más justa e igualitaria, sí, pero también más productiva e innovadora.

El que garantice la justicia social y que también incentive el esfuerzo individual en el propósito colectivo de lograr el crecimiento de la economía nacional.

Para eso hay que empezar a impulsar una idea motivadora que pueda hacer sentido en un país tan desigual, con tantos pendientes sociales y aún con hambre y sed de justicia. Una idea que pueda ganar elecciones porque tiene un mensaje concreto y palpable para millones de mexicanos que hoy viven en la pobreza: es posible garantizarle a todos una red básica y sostenible de bienestar, no de asistencialismo o de gracia gubernamental.

Solo eso hará de todos los mexicanos ciudadanos de verdad.

Exgobernador de Yucatán y secretario de Alianzas Políticas y Agenda Ciudadana del CEN del PRI.

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