El propio compañero de fórmula de Donald Trump —J.D. Vance— lo dice de forma muy clara: al actual gobierno de México le encantaría que los Republicanos y el movimiento MAGA ganaran la elección, pero no lo pueden decir abiertamente.
Uno puede preguntarse ¿Por qué Morena tiene simpatía por un candidato que parece ser su enemigo ideológico en todos los niveles y que ha humillado al país imponiendo requerimientos como el hecho que México sea la “sala de espera” de la migración? Algo que hubiera sido inimaginable bajo otros gobiernos.
¿En qué momento Morena aceptó ser el verdadero patio trasero y muro de la migración y se mostró agradecida por la oportunidad de servir a Donald Trump? La respuesta es muy simple y es de realpolitik pura: mientras a Trump se le atienda en los temas fronterizos y de migración, a él todo lo demás sobre México no le importa. En cambio, un gobierno dinámico por parte de los demócratas no sería tan sencillo de complacer, sin duda exigirán en el tema migratorio, pero tendrían opinión sobre los derechos humanos, violencia de género y contra la prensa, inseguridad, estado de derecho y pluralidad, temas en los que la 4T no tiene interés de apegarse al concierto internacional.
Esa es la ecuación que guía la diplomacia guinda: hincarse en lo migratorio (y un poco en lo comercial), a cambio de un cheque en blanco para hacer de México lo que ellos quieran. Esa es la diplomacia de transacción mediante la cual la 4T se transforma en la 4Trump. Es momento de decirlo con todas sus letras. El proyecto guinda es un proyecto de poder político, así que todo es sacrificable en el plano internacional mientras se les dé manga ancha para tener hegemonía política absoluta en México.
En ese marco, noviembre es un mes crucial para México, pues curiosamente el desinterés o interés norteamericano por lo que pasa en México puede ser una de las últimas líneas de contención al proyecto proto-autoritario de Morena. Con Trump la 4T ya conoce el camino simplón de monólogos compartidos; con Kamala Harris la conversación sería más compleja y tocaría tópicos que seguro no harían felices a los inquilinos de Palacio Nacional. Hasta esos límites increíbles hemos llegado.
Estamos ante esos cálculos crudos porque lo que viene en México es la intentona de la extinción de la democracia real. Morena piensa devorarlo todo y que la pluralidad que sobreviva sea la pluralidad marginal de sus divisiones y contiendas internas, como alguna vez lo fue en los intestinos del partido de Estado en el México postrevolucionario, solo que ahora todo ocurriría bajo una rigidez ideológica que el PRI del Milagro Mexicano jamás padeció.
Es un mundo al revés. Mientras el PRI por fin entiende su condición de partido sucesor y se aleja de la unidad inercial que era la excusa perfecta para que el partido no creyera en nada y aceptara todo; los guindas que tanto hablan de la reivindicación, dignidad y libertad nacional aceptarán cualquier humillación privada que les dé juego libre en un país que conciben será vuelto a ser regido (no gobernado) por un nuevo partido de Estado.
Para la 4Trump, aceptar ser el verdadero patio trasero del vecino del Norte es viable a cambio de gozar de Carte Blanche internacional para construir una hegemonía autoritaria. Por esa razón es esencial que la democracia norteamericana sobreviva, para que la democracia mexicana mantenga una línea mínima de defensa. Esos días vivimos.
Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI