No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.
—Víctor Hugo

En México ha llegado el tiempo de la democracia ciudadana. La manifestación de cientos de miles de ciudadanos el pasado 13 de noviembre es prueba irrefutable de que la arena pública en nuestro país ya no es monopolio de los partidos y menos del poder ejercido desde palacios.

En uno de los momentos más complicados para nuestra joven democracia—uno de impulsos autoritarios y flagrantes estructuras clientelares—, hemos visto uno de sus días más brillantes. En palabras del politólogo australiano John Keane (2022: 5), “la democracia sigue siendo el arma más poderosa inventada por los humanos para prevenir el malicioso abuso de poder”.

Con este espíritu, la ciudadanía mexicana salió a defender lo que saben que es suyo: una pluralidad incluyente, donde los gobernantes deben rendir cuentas y dar resultados antes que predicar doctrinas que busquen dividir y quitar límites a su poder.

La democracia mexicana ha alcanzado una nueva altura que debe darnos la certeza de que estamos viviendo el último acto reflejo del México del pasado. Morena es el México bronco en el poder; la última etapa de un hiperpresidencialismo que se niega a morir; una visión de país que ya demostró que no conduce a ningún lado.

En términos ensayísticos, es la parte más oscura del laberinto descrito por Octavio Paz, pero vuelta partido político. El país merece mejores destinos bordados por ciudadanos que miren de frente a las democracias modernas del siglo XXI.

Por décadas, la democracia mexicana requirió de gestos, leyes y espacios que le permitieran germinar en medio de un rocoso régimen de 70 años que tuvo su ocasión y su razón. Pero con el 13-N, toda esa pedagogía social e inversión institucional y financiera realizadas durante décadas demostró que ha valido la pena. Los ciudadanos se pusieron por encima de las estructuras partidistas, para preservar la única institución que consideran esencial; la que desde su creación ha contado siempre, y bien, los votos y voluntades ciudadanas: el INE.

Los mexicanos han marcado los límites de un mandato gubernamental. Hay cosas intocables, temas verdaderamente fundacionales para una nación, y en el caso de México, la organización profesional y transparente de las elecciones es una de ellas.

A partir de ahora tenemos una línea muy clara rumbo al 2024 —pasando por 2023—. El 13-N no da espacio para la tibieza porque marcó una línea de batalla. Una que no permite neutralidad entre quienes respaldan la posición de Morena —por una u otra razón— y quienes queremos un cambio en el rumbo nacional a partir de 2024. Una línea que no pasa por las ficciones propagandísticas de liberalismo o conservadurismo, ricos o pobres, norteños o sureños, chairos o fifís, sino por la frontera entre apertura o cerrazón, pluralismo o intolerancia, democracia o autoritarismo.

Los ciudadanos han configurado la coalición más legítima en la historia reciente de México. La coalición de todos los que quieren ser libres, vivir en un país en el que cada uno pueda labrar su destino y bienestar, y donde el gobierno se límite a hacer su trabajo sin creer que los mexicanos requerimos de un pater familias que resuelva todo y, por ende, dicte todo.

El futuro está tocando a la puerta y no podemos quedarnos en la indefinición, es tiempo de decidir si seremos ciudadanos o siervos; si el futuro de México será democrático o volveremos al peor de los pasados.

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Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI