El deterioro de los salarios produce pobreza y también reduce la clase media. De 2018 a 2020, 6.3 millones de personas dejaron de ser clase media y cayeron de nivel social. Había 53.5 millones de personas en 2018, en 2020 quedaban 47.2 millones en la clase media. (Inegi 2021: Cuantificando la Clase Media en México 2010 - 2020).
El método de este estudio de Inegi es robusto y su resultado arroja una clase media mayor que con otros métodos. Aun con ese resultado optimista, confirma que la mayor parte de la población vive en condiciones precarias. En 2020, 6 de cada 10 personas, o sea 78 millones 536 mil personas, pertenecen a la “clase baja” (62%).
En cambio, 47 millones 202 mil personas, pertenecen a la clase media (37%). Y solo 1% a la clase alta (1 millón 23 mil personas). El ingreso mensual promedio de los hogares de clase media es 23,451 pesos. Con un rango que llega hasta 48,330 pesos, en zonas urbanas, con pesos de 2020.
El nivel de escolaridad promedio en hogares de clase media es 11.2 años, es decir casi la educación media superior completa, comparado con 8 años en la clase baja (secundaria incompleta) y 15 años en la clase alta (educación superior). Los hogares de clase media tienen en promedio 3.1 integrantes (comparado con 3.9 en los de clase baja y 2.4 en los de clase alta).
Quienes tienen empleo en empresas privadas pueden pertenecer a cualquiera de las tres clases sociales. El empleo no garantiza ser clase media. 42% de hogares en clase media y alta tienen al menos una persona empleada en una empresa, pero también 33% de quienes están en la clase baja. Y dado que la clase baja es mucho mayor (78.5 millones de personas), trabajar en una empresa privada no garantiza ser clase media.
La pregunta entonces es por qué es tan reducida y por qué no ha crecido la clase media en México, a diferencia de otros países latinoamericanos. Un estudio de McKinsey muestra que faltan dos “medios”: más medianas empresas competitivas y mucha más clase media. (McKinsey Company, “Latin America's missing middle”).
Cito en extenso: “Mientras la productividad en las manufacturas creció 1.7% por año, los salarios en ese sector quedaron estancados”. Y cita un ejemplo muy elocuente: “En la industria automotriz, la producción creció en promedio 7% desde 2006, hasta duplicarse en una década, por lo que ha llegado a niveles de productividad entre los primeros lugares del mundo. Y aunque el salario en esa industria es 1.6 veces mayor al salario promedio en México, los salarios de trabajadores de la industria automotriz declinaron en su valor en el mismo periodo.” (McKinsey 2019).
Este estudio confirma la tesis de “Frente a la Pobreza”: el crecimiento de la productividad no se reflejó en los salarios, que se estancaron o incluso se redujeron. Esto es “anormal” y no sucedió en otros países.
Por eso, no hay pretexto que valga. Urge que las personas que dirigen las empresas entiendan que pagar bajos salarios es la principal causa de la pobreza en nuestro país.
Ojalá escuchen a líderes empresariales que ya asumieron el compromiso de pagar salario suficiente hasta lograr ingreso digno y les invitan: “El objetivo expreso de Empresas e Ingreso Digno es lograr que no haya nadie quien, teniendo un empleo formal en una empresa de la iniciativa privada en México, su ingreso no le permita aspirar a alcanzar en el tiempo, un nivel de vida digno o de bienestar para su familia, es decir, una vida de clase media”.
El primer paso es pagar un salario suficiente, mínimo 8,600 pesos al mes, para no ser una fábrica de pobreza.
Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo
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