En esta elección no veo partidos o candidaturas por quién votar. Esta vez votaré por una convicción profunda y como acto defensivo. Para que me entiendan, votaré con el gusto de quien vomita.
Toda generalización es injusta e incorrecta. Habría lugares donde sí tendría por quién votar, y con mucha emoción. Según el lugar lo haría por diferentes partidos. Por ejemplo, por las candidatas de Aúna, por mis compañeros de Ahora o por independientes como Kumamoto en Zapopan o Miguel Treviño en San Pedro Garza García. En algún caso como en San Luis Potosí, votaría por Morena, solo en la boleta municipal.
La democracia es mucho más que las elecciones, pero son indispensables. Aunque el proceso electoral esté cada vez más distorsionado por competencias sin opciones, campañas vacías y candidaturas sin sustancia, sería mucho peor si no hubiera elecciones.
Hace décadas, miles luchamos por el respeto al voto. Lograr que los votos se contaran y que el PRI-gobierno perdiera el control del órgano electoral ha sido uno de los grandes triunfos de nuestra participación cívica. Vivir la alternancia ha sido una satisfacción con sabor histórico, aunque luego haya sido defraudada.
Así que defender y preservar la autonomía del organismo electoral respecto del gobierno, bastaría para definir mi voto en 2021. No puedo contribuir a que haya una mayoría legislativa que destruya al INE. Aunque sea un organismo deficiente, la opción democrática no puede ser someterlo otra vez al gobierno.
Pero votaré por algo más que “salvar al INE”. Voy a votar para defender el derecho a participar en la vida pública desde la sociedad civil. Mi convicción de vida es que la sociedad organizada es aún más indispensable para que haya democracia. Y está siendo agredida, descalificada, rechazada, más que antes.
En México, la “señora sociedad civil” ha permitido avanzar agendas sustantivas de las causas en las que creo. Han sido cientos de organizaciones, colectivos y redes, con su diversidad y pluralidad, quienes han luchado por la transparencia y la rendición de cuentas, por los derechos e igualdad de las mujeres, por la protección del medio ambiente, por la defensa de derechos humanos y por modelos incluyentes frente a la pobreza y la desigualdad.
Y por desgracia, el derecho a organizarse y participar en la vida pública con libertad, sin sumisión, está bajo sospecha y descalificado. Nunca ha habido mucho apoyo y fomento, pero desde que se publicó la circular no. 1 el 14 de febrero de 2019, se ha agredido de muchas maneras a la sociedad civil y sus organizaciones, con generalizaciones burdas y acusaciones falaces. Sembrando sospechas sobre intereses ocultos. Con descalificaciones reiteradas hasta hace pocos días.
Se desconfía de la pluralidad de la sociedad civil, porque en ella conviven posturas e intereses de todo tipo. Esa diversidad es su riqueza, pese a sus contradicciones es mucho mejor que la uniformidad, es esencial a la democracia.
Comprendo que haya quienes consideren que esta transformación es un bien superior. Conozco a muchas personas en el gobierno con las que hemos coincidido en estos procesos. Admiro y respeto a la mayoría, pero no puedo concordar. No veo que pueda llegar a buen puerto un proyecto autoritario por bien intencionado que sea. Y menos acompañado de mayor poder militar y menos sociedad civil.
Aunque no hay por quién, sí hay por qué votar el 6 de junio.
Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo