La percepción positiva sobre la economía se sustenta en la baja inflación, la solidez del tipo de cambio (el “super peso”) y la bajísima tasa de desocupación abierta de 2.5%, entre varias razones.

El dato de “(casi) cero desempleo” se ha vuelto incuestionable. Varios análisis económicos coinciden en que la escasez de personal es una restricción que frena el crecimiento económico.

La paradoja es que la misma fuente de información muestra que hay al menos 6.7 millones de jóvenes sin trabajo (INEGI: ENOE 2024-I). Ya no estudian y la mayoría podrían trabajar:  Casi 900 mil están en desocupación abierta, son jóvenes que están buscando trabajo. Además hay más de 2 millones de jóvenes disponibles, que desistieron de buscar trabajo, pero no tienen impedimento, reflejan la mala calidad de muchas ofertas de trabajo, son parte del desempleo oculto. Finalmente, hay 3.7 millones de jóvenes que no están disponibles para trabajar, pues tienen obligaciones en el hogar, sin remuneración, el 92% son mujeres. No buscan trabajo por que no hay suficientes servicios de cuidado.

Suponer que el desempleo es muy bajo y que por ello hay “crisis de vacantes”, impide ver la solución: Hay millones de mujeres y jóvenes sin trabajo que podrían sumarse a la fuerza productiva; podrían contribuir a la competitividad del país, siempre y cuando haya acciones efectivas desde los gobiernos como programas adecuados de empleabilidad y multiplicación de servicios de cuidado.

De ahí la importancia del programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) de la STPS, pues apunta a que jóvenes sin trabajo y fuera de la escuela vivan experiencias de capacitación como aprendices en centros de trabajo. Este programa resulta muy relevante para la inclusión y la cohesión social pero también puede serlo para la competitividad económica, siempre y cuando no se quede únicamente en repartir dinero. Con algunas mejoras puede incluso contribuir a hacer realidad la oportunidad del “nearshoring”.

JCF tiene características valiosas: involucra activamente a empresas como espacio de capacitación EN el trabajo, inscribe a participantes al seguro de salud del IMSS durante su etapa de formación, entrega una transferencia que permite atraer a jóvenes con mayor necesidad económica.

JCF puede contribuir a enfrentar el reto de las “vacantes no cubiertas” si se fortalece la experiencia de formación, debe incluir capacitación técnica pertinente a cada territorio y también desarrollo de habilidades “blandas” / socioemocionales. En este aspecto las organizaciones civiles especialistas en jóvenes son aliadas naturales, como ya sucedió en los primeros años del programa.

JCF necesita también equilibrar su presencia geográfica para atender también zonas donde hay mayor cantidad de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo; así como priorizar a quienes tienen mayores barreras de empleabilidad, por ejemplo, jóvenes en rezago educativo.

El rompecabezas se completa si también se crean los servicios de cuidado que permitan la incorporación laboral de mujeres, aunque esto no es directamente responsabilidad de JCF.

Desde la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno, hay una convicción basada en muchos años de experiencia de las organizaciones civiles que trabajan cada día con miles de jóvenes: son personas creativas, resolutivas, ingeniosas, esforzadas, se adaptan al cambio y tienen muchas virtudes y gran potencial, pese a provenir de contextos adversos donde han acumulado desventajas.

Por eso las denominamos jóvenes oportunidad, su contexto adverso y las barreras estructurales que enfrentan no las definen. En pocas palabras, no son el problema, son la solución: para sí mismas, para sus comunidades y para el país.

Consultor internacional en programas sociales

@rghermosillo

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