Informalidad y precariedad van de la mano y se confunden. Hay quienes afirman que la precariedad laboral es resultado de la informalidad. La informalidad sería la causa, la precariedad el efecto. ¿Es así?

No. La terca realidad es más compleja. Achacar la precariedad solo al sector informal de la economía es una forma de evadir la responsabilidad de las empresas formales por las condiciones laborales que violan el derecho al trabajo digno.

La precariedad es una situación presente en el sistema laboral en su conjunto, no solo en el sector informal. Los salarios que no superan el umbral de pobreza, la carencia de seguridad social y la falta de contrato estable, por mencionar los tres indicadores centrales de la precariedad aparecen también en la economía formal.

Empecemos por entender los dos rostros de la “informalidad”, con los datos de Inegi. Lo primero a aclarar es que la información sobre informalidad tiene como fuente la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Es decir, son datos laborales, no “fiscales”.

Los resultados más recientes, del primer trimestre (ENOE 2022-I), muestran que hay 25 millones de personas ocupadas en trabajos formales y 31 millones en trabajos informales. La tasa de informalidad laboral (TIL1) es 55.2%.

Desde hace décadas la informalidad afecta a más de la mitad de la población ocupada. Las variaciones marginales de la Tasa de Informalidad lo confirman. Por ejemplo: la TIL en 2007 era de 57.5%. ¡En 15 años la diferencia es una reducción de 2 puntos porcentuales! O sea . . . nada.

Hay dos conjuntos de trabajos informales. El primer conjunto son 15 millones 900 mil personas que trabajan en unidades económicas vinculadas directamente y sin distinción a los hogares. Este es propiamente el sector informal: Personas que trabajan por su cuenta o en micro negocios familiares. Muy pocos con otros empleados. Este sector es muy grande y es una forma oculta de desempleo.

Mas grave aún es que fuera del sector informal, hay otras 15 millones 100 mil personas en trabajos informales, sin derechos laborales básicos. Ahí encontramos algo “esperado” como 2.2 millones de trabajadoras domésticas remuneradas, 1.2 millones de campesinos, trabajando en agricultura de subsistencia. Pero también situaciones inaceptables: como 365 mil personas con trabajos informales en el gobierno, 680 mil en instituciones públicas y privadas, 1.6 millones en corporativos y sociedades y 4.3 millones en manufacturas y comercio.

La informalidad es una parte consustancial a los diferentes sectores de la economía. Y lo más importante es constatar que tampoco la formalidad evita la precariedad. La misma ENOE 2022-1 muestra que hay 4.6 millones de personas con empleo formal sin contrato estable. Y 3.6 millones que ganan un salario mínimo o menos. Sin duda son mejores los trabajos formales, pero la formalidad no basta para ser trabajo digno.

Para superar este desastre estructural del sistema laboral, que explica en buena parte la pobreza, urgen dos cambios: Por una parte, mejorar la calidad del trabajo, garantizando derechos laborales, y así acabar con la precariedad laboral basada en bajos salarios y carencia de contratos estables.

Por otra parte, garantizar el acceso a un sistema universal de protección social universal, iniciando por salud y sistema de cuidados, como derechos humanos, y ya no más como prestaciones laborales. Para ello, se requiere una reforma institucional para romper la cadena que amarra servicios de salud y estancias infantiles al contrato de trabajo. Eso elimina una de las raíces de la informalidad.

Consultor internacional en programas sociales
@rghermosillo

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