El gobierno priorizó las transferencias monetarias como la principal herramienta de política social. Mi colaboración anterior (“Transferir dinero no es bienestar”, EL UNIVERSAL, 5/7/2024) muestra las limitaciones de esa política para el ejercicio de derechos y para avanzar hacia un Estado de Bienestar.
Ahora veamos sus resultados. La primera pregunta es sobre su impacto para reducir la pobreza.
Los datos de Coneval son elocuentes. Sin transferencias monetarias del gobierno, 39% de la población viviría en pobreza, gracias a las transferencias baja a 36.3%. Son casi 3 puntos (2.7) de reducción: 3.5 millones de personas. En 2018, sin transferencias gubernamentales la pobreza sube 2 puntos (1.9). Por tanto, las transferencias reducen la pobreza 3 puntos en 2022 y en 2018 sólo 2 puntos.
Pero en 2018, el presupuesto para transferencias era la tercera parte que en 2022. Con el triple de gasto, la diferencia de impacto es menos de 1 punto porcentual.
En relación con los impactos en su objetivo, por desgracia no hay evaluaciones rigurosas. Dada la magnitud del gasto y del padrón con millones de hogares y personas que reciben transferencias se debería percibir un cambio favorable en los indicadores relacionados con su objetivo.
Por ejemplo, las becas tienen como propósito mantener a niñas, niños y jóvenes en la escuela y evitar la deserción escolar. Desde 1999, quedó claro en evaluaciones rigurosas de Progresa que las becas en primaria no son necesarias, pues alrededor del 99% de las niñas y niños están en la escuela. Incluso el 96% entre los más pobres están en la escuela (decil I).
El problema gravísimo que las becas no atienden es la calidad de la educación básica y la desigualdad de calidad que afecta las zonas donde hay mayor pobreza. Crear una beca de primaria, no hace mucho sentido.
El reto grande que requiere becas y algo más es la exclusión de jóvenes en las prepas y bachilleratos. Millones de jóvenes entre los 15 y los 18 años de edad no concluyen el nivel medio superior (EMS).
Los indicadores educativos oficiales de la SEP muestran que la “Beca Universal de EMS” no es suficiente. Entre 2018 y 2023 hay una reducción del abandono, pero no ha mejorado la “tasa de escolarización”. Es decir, quienes sí llegan salen un poco menos, pero siguen quedando millones fuera. De 100 que entran a 1º de primaria solo 53 concluyen la EMS. La beca es necesaria pero no es suficiente.
La transferencia para adultos mayores tiene como propósito reducir pobreza e inseguridad alimentaria, pero su monto no es suficiente para cubrir la canasta básica. Funciona como complemento de ingreso.
Los otros programas de transferencias están lejos de ser universales. Eso impide inferir algún impacto significativo con base en estadísticas nacionales, pues no cubren a la mayoría de su población potencial: las transferencias para personas con discapacidad (20%), para madres trabajadoras (2%) y para “sembrar” árboles (19%).
Finalmente, los datos sobre las transferencias para jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo del programa Jóvenes Construyendo el Futuro son contradictorios. El gobierno anuncia que el 60% de quienes participan en el programa consiguen trabajo. Los datos del IMSS muestran que hay menos jóvenes con trabajo formal actualmente que antes de iniciar el programa. Esto merece analizarse bien, será una próxima ocasión.
Consultor internacional en programas sociales @rghermosillo