Hace 10 años, en agosto de 2014, Morena se convirtió formalmente en un partido político. En este periodo pasaron de simplemente existir a convertirse en el partido hegemónico de México. Los resultados electorales de la elección 2024 nos dejan un mensaje contundente: no hay polarización. Si bien AMLO construyó su base fundacional con los sectores más empobrecidos de la población, la Morena del 24, con Claudia Sheinbaum, logró construir su triunfo en y con casi todos los sectores y territorios de la población mexicana, capitalizando los vacíos que ha dejado la oposición en dichos espacios. Si seguimos así, Morena seguirá acrecentando su concentración del poder. Porque, al igual que todos los animales políticos (quizá exceptuando a Vicente Fox y a Ernesto Zedillo) su naturaleza es concentrar más y más poder. Y será también culpa de ellos: de la oposición. Si no cambia radicalmente la oposición en los próximos tres años, volveremos al modelo de partido único que gobernó a México durante casi 70 años en el siglo pasado.
Más allá de estrategias y personajes, que son pasajeros y coyunturales, creo que el problema real es la respuesta a la pregunta ¿A quién representa cada quién? y ¿Cómo ejerce la representación?
Quizá la primera pregunta se contesta sola: representan dos bandos en la lucha de clases. Morena representa al pueblo y la oposición a la ciudadanía. Morena representa a los que no tienen nada que perder y la oposición, a quienes defienden lo poco o mucho que tienen. Morena a quienes necesitan los programas sociales para sobrevivir y la oposición a quienes creen que en este país se puede salir adelante echándole muchas ganas al trabajo. Morena representa a quienes piensan que las leyes y la instituciones son injustas, la oposición a quienes creen que debemos respetar las leyes y las instituciones aunque a veces se equivoquen. Los electores de la oposición consideran que los servicios públicos como el agua, la iluminación, la salud y la educación son su derecho y los ejercen (salud y educación) mayoritariamente desde instituciones privadas, los electores de morena viven los servicios públicos desde la lógica del privilegio, porque, en una gran parte del territorio nacional, para tener acceso a ellos, tienen que gozar del favor de un líder político o pasar una mordida para recibirlos. Los electores de la oposición quieren que sus funcionarios públicos sean personas expertas y capaces, los electores de Morena quieren que sus funcionarios sean personas empáticas y cercanas, que entiendan sus problemas.
Si tuviéramos que elegir algunas variables estadísticas para dibujar la línea divisoria de la representación, estas serían ingreso y nivel educativo: tres salarios mínimos y estudios de preparatoria o bachillerato. Esto se puede observar en los diversos exit polls que se realizaron en las elecciones estatales y federales de los últimos seis años: a menor nivel educativo e ingreso, mayor la probabilidad de votar por Morena.
La segunda pregunta es importante. Hoy que la oposición se está refundando tiene la obligación, no sólo de revisar sus estatutos e ideología, es decir su lexis, también tiene que revisar su praxis. Porque si bien en los libros el PAN, PRI y MC intentan representar a todos los mexicanos, en la práctica hoy sólo se representan a sí mismos. No cuentan con mecanismos para la participación ni del pueblo ni de la ciudadanía.
Morena es diferente porque Morena práctica la política en dirección opuesta a la oposición: de abajo hacia arriba. El diseño institucional de Morena es uno de sus grandes diferenciadores. Su estructura partidaria promueve la participación de la base en las decisiones (simulada o no, pero hay una regla y una práctica) y, a diferencia de la oposición, que desde principios de siglo, ha ido reduciendo los espacios para la participación social en la toma de decisiones internas, Morena ha buscado involucrar a militantes y simpatizantes en la construcción de su agenda política. Es cierto que la influencia de AMLO pesa muy por encima de todo lo anterior, pero siempre legitima sus decisiones a través de preguntarle al pueblo o de su recorrido durante los últimos 24 años, no a los académicos, no a las leyes. Si a esto le sumamos la labor política (perversa) que hacen los servidores de la nación a través de los programas sociales, estamos hablando de una maquinaria prácticamente invencible en el corto plazo. Además, para crecer en Morena, quienes así lo deciden, tienen que ir convenciendo a la militancia de abajo hacia arriba a través del ejercicio de las asambleas comunitarias, en el que juntan a los vecinos para informar lo que está sucediendo en el país y a escucharlos. Son pequeños rituales cotidianos de mínimo unas 10-15 y hasta 200 personas en el que se legitiman las decisiones y acciones de las figuras de liderazgo.
Si la oposición quiere reaccionar y reinventarse de verdad, primero tiene que ampliar su base de representación y llenar los vacíos que le está dejando a Morena. Segundo tiene que cambiar el sentido en el que hace la política, de arriba hacia abajo como lo hacen ahora, no van a lograr mucho. Y para eso, los de arriba (algunos de ellos amigos míos) tienen que pensar si no es mejor hacerse a un lado.
Consultor, escritor y estratega político en El Instituto