Octavio Romero Oropeza,
director de Petróleos Mexicanos (Pemex), encara su peor etapa política en las más de tres décadas que ha vivido a la sombra de Andrés Manuel López Obrador. A la tragedia financiera de esa empresa y la crisis de mantenimiento en sus instalaciones, se suma una ola de protestas laborales por ceses masivos y falta de protección ante accidentes mortales en plantas y terminales. Pero lo más ominoso para su destino es que se le ve derrotado ante adversarios al interior del propio gobierno.
Rocío Nahle,
secretaria de Energía —la zacatecana obsesionada en gobernar Veracruz, ahora y en el futuro— , parece lista a cobrar la cabeza de Oropeza, que codicia desde el inicio de la administración. Esta confrontación cobró nuevos bríos con la llegada a la Secretaría de Gobernación de Adán Augusto López, quien acumula largos agravios de su paisano en Tabasco y una rivalidad por la cercanía con el Presidente.
Desde 1989, como oficial mayor del PRD durante la dirigencia de López Obrador —que lo llevó al mismo puesto en la jefatura de Gobierno en la Ciudad de México—, Oropeza ha fungido como guardián de la caja fuerte del equipo, pero su fallido desempeño político en Tabasco —como dirigente del perredismo local, dos veces derrotado en candidaturas por la alcaldía capitalina— no le impide maniobrar, desde Pemex, en busca de la próxima gubernatura, chocando con Adán Augusto, el tabasqueño más poderoso en el primer círculo de Palacio.
Pero ojalá los problemas de Oropeza se redujeran al ámbito palaciego. La semana recién terminada cesó a Felipe Careaga, gerente de la refinería de Tula, Hidalgo, quien el 24 de abril levantó una denuncia contra Pemex durante una protesta obrera por recortes de personal y de equipo de seguridad. Señaló directamente a Marcos Manuel Herrería Alamina, director corporativo de Administración y Seguridad, por los recortes. “Viene de la calle, sin estudios, y es cuñado del Presidente”, dijo.
Herrería fue secretario particular de Oropeza en el gobierno López Obrador en la capital del país (2000-2005) y mantuvo posiciones en la ciudad hasta diciembre de 2018. Es ingeniero civil, nunca ligado al mundo petrolero. Tío de Tarheni Andrea López Herrería, hija ella de José Ramiro López Obrador, hermano del Presidente.
Este escándalo se nutre en tres facetas centrales de la crisis sistémica de Pemex. La primera, un deterioro histórico en el mantenimiento de sus refinerías, que en la actual administración no ha hecho sino agravarse. Se trata de un rezago que exige inversiones gigantescas para las que se han anunciado en los años recientes montos de 50 mil millones de pesos, que al final no alcanzaron ni la cuarta parte, según reportes allegados a este espacio. El consecuente deterioro en la producción de las seis refinerías en operación supone que las mismas trabajen a la mitad de su capacidad, según las mismas fuentes. Todo indica que la capacidad de producir gasolinas en el país, citada por López Obrador, solo existe en el papel.
El segundo factor es un amplio —caótico y sin bases técnicas, se asegura— recorte de personal y el congelamiento de plazas vacantes, lo que parece apoyarse en un exceso de plazas pactado entre el sindicato del gremio y el gobierno Peña Nieto.
La tercera faceta la constituyen indicios ciertos de averiguaciones previas levantadas ante la Fiscalía General de la República contra los gerentes de las seis refinerías, incluida la de Tula, ante denuncias de “huachicoleo” desde esas instalaciones.
En suma, un infierno en la torre de Pemex, desde cuyas alturas despacha Octavio Romero Oropeza, con el fuego lamiendo ya sus pies.