Una coalición de intereses políticos y económicos —no pocos de ellos derivados de nuestra dependencia con Estados Unidos— alineó ya la estrategia oficial frente a la pandemia hacia una peligrosa apertura. Su más reciente logro fue doblegar las expresiones de reticencia que se manifestaban en gobiernos estatales, muy notablemente en el de la capital del país, a cargo de Claudia Sheinbaum, y el del Estado de México, que conduce Alfredo del Mazo.

Un proceso que nadie puede defender con razones sensatas parece concluir que México acompasará, días más, días menos, el programa de reapertura de actividades en Europa. No importa que el ciclo de la epidemia empezó allá un mes antes, con un confinamiento absoluto por 10 semana, o que su número de sus contagios y decesos ya se ha desplomado. Aquí, en cambio, las cifras no dejan de crecer, incluso las aceptadas en las conferencias de Palacio Nacional.

Aun peor, todos los días surgen reportes de nuevos brotes de covid-19 en naciones que parecían inclinadas a declarar el problema bajo una retracción definitiva. Hoy descubren que su carrera hacia “nueva normalidad” solo los llevó a tropezarse de nuevo. Y se está abriendo paso el riesgo de un regreso a la cuarentena.

La crisis parecería fuera de control en diversas naciones del continente americano, desde hace meses el nuevo epicentro de la crisis sanitaria. Estados Unidos y Brasil, a cargo de los gobiernos considerados universalmente más irresponsables ante esta tragedia, ven cómo el drama no deja de agravarse. El primero, con más de dos millones de contagiados y casi 120 mil muertos. El segundo, con cerca de 870 mil enfermos y cerca de 45 mil fallecidos.

Con sus casi 150 mil contagios y más de 17 mil fallecimientos, México ocupa el lugar 14 en la lista mundial de contagios, y el 7 en la de decesos. Mientras el promedio de muertes por cada millón de habitantes en el planeta es de 51.7, nuestro país acumula 131, casi el triple.

Debemos dar por descontado que contamos con la autoridad considerada en el tercer sitio de mayor incompetencia en el ámbito continental, solo debajo de los gobiernos estadunidense y brasileño.

También nos distinguimos en otros aspectos. En Chile, el presidente Sebastián Piñera cesó a su ministro de Salud, Jaime Manalich, el día en que el número de muertos en todo su país alcanzó 231, para sumar un total de 3,010, la sexta parte que aquí. Su cifra de contagiados es 174 mil casos, mayor que la nuestra. La remoción estuvo acompañada de versiones de que la OMS tiene indicios de que la cifra real de decesos es del doble.

En contraste, el estratega y vocero para enfrentar la pandemia en México, Hugo López-Gatell, no ha dejado de seguir los dictados de Palacio Nacional en su narrativa. Su mayor adversario es ya la realidad. La sumisión mostrada estaría por serle premiada si se concreta el propósito de suprimir la subsecretaría que hoy ocupa en Salud la doctora Asa Cristina Laurell. López-Gatell sumaría bajo su control esa estructura, lo que lo convertiría, en los hechos, en el titular del sector.

Apuntes:

Uno de los aspectos más perturbadores de la saga por la crisis en la cooperativa Cruz Azul y su director general, Guillermo “Billy” Álvarez Cuevas, se concentra en el equipo de abogados a su servicio, no solo por su costo sino por su perfil. Documentos revisados por el autor de este espacio dan cuenta de que en la última década fueron presuntamente pagados cerca de 2,300 millones de pesos a múltiples despachos de juristas. Autoridades hacendarias y judiciales están concentrando la atención en algunos de ellos, como el de Diego Ruiz Durán, que durante el gobierno Peña Nieto fue muy cercano a Humberto Castillejos, el poderoso exconsejero jurídico presidencial. Si resultan confirmadas las evidencias que se están acumulando en la UIF, de Santiago Nieto, y la FGR, de Alejandro Gertz Manero, se desatará un nuevo escándalo frente al que parecerá un juego de niños el episodio en torno a Juan Collado, otro abogado polémico del pasado sexenio, hoy en la cárcel.

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