La reforma eléctrica propuesta por el gobierno López Obrador puso contra la pared al Congreso —que debió posponer la sesión programada para este martes—, tras hacer lo propio con la Corte, con la relación con inversionistas nacionales, de Estados Unidos, Europa y la región asiática, encabezada por Japón, así como con la comunidad global preocupada por el uso limpio de la energía. La profundidad de la grieta no tiene precedente.
Si, como se alega, lo que está en juego son dos proyectos irreconciliables de país, ninguna de las partes ha sido capaz de explicar debidamente sus argumentos. Lo que tenemos a la vista es un escenario cubierto por un telón, del que emanan olores de algo en descomposición. Y sabemos que atrás de ello hay una pelea en la que la nación está en disputa.
La sesión de la Corte de la que recién surgió un esperpéntico apoyo a la llamada “Ley Bartlett” —tal vez el peor rostro que se pudo imaginar para la propuesta—, hizo recordar aquella leyenda urbana según la cual un viejo abogado tenía su cantina favorita cuando un giro de la vida lo llevó a ser ministro del máximo tribunal. Al principio, dejó de ir al antro aquel “para no ofender a la Corte”. Cuando se jubiló, avergonzado por lo que le tocó vivir entre togas y magníficos salones, siguió sin ir, “para no ofender a la cantina”.
El Congreso convocó a una cadena de sesiones del llamado parlamento abierto, en el que hubo notables ausencias, pero a nadie le queda claro si uno solo de los renglones de las decenas de ponencias presentadas por expertos y empresarios fue rescatada en las propuestas de Morena o de los partidos de oposición.
El bloque opositor no se salva de este lodazal en el que abundan el manoseo de documentos, los coloquios privados y los acuerdos en las catacumbas de la política. Las propuestas de la alianza opositora, a las que Morena y Palacio se estaban aferrando con desparpajo, parecen orientadas al cálculo de que regresar a la CFE el monopolio de la energía eléctrica atraerá subsidios gigantescos, ineficacia y más corrupción, al grado de quebrar al país. La suya no es una visión alterna. Su proyecto es que todo se pudra. Pero al ser exhibidos, recularon.
El nuevo escenario es que la reforma eléctrica de la llamada cuarta transformación acabará naufragando no solo por ser tóxica para la economía, sino por la torpeza con que fue gestionada, desde la arrogancia, la cerrazón y las complicidades inexplicables. Mañana habría que comenzar desde el principio.
Apuntes:
Si estos días santos visita usted la Catedral de la Ciudad de México, mire hacia arriba y quizá descubra cómo una de sus torres exhibe fracturas importantes, que ponen en riesgo la estabilidad de todo el edificio. En busca de apoyo para que haya nuevas reparaciones en este inmueble de claro valor histórico y social, el arzobispo primado metropolitano, Carlos Aguiar Retes, pidió durante meses una cita con el presidente López Obrador, sin suerte. De hecho, no se ha reunido con él en privado desde que el prelado asumió su cargo, en diciembre de 2017. Monseñor Aguiar tocó varias puertas, alegó que los obispos de Puebla y Michoacán ya han sido recibidos en las oficinas presidenciales, pero ni así. Finalmente, una voluntad compasiva le abrió camino hasta la señora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del mandatario. Ella le gestionó una cita con la jefa de Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, quien ha comprometido ayuda para emprender las obras de restauración necesarias.