La propuesta de reforma eléctrica del gobierno López Obrador ha envenenado nuestra política nacional, lo que resulta evidente pese a las cortinas de humo que despliega Palacio con frecuencia y eficacia. Esta iniciativa presidencial, con implicaciones para el modelo de país, la economía y el medio ambiente, cobró ya dimensión de símbolo para la 4T y, en contraste, generó una mayor cohesión opositora, dentro y fuera del Congreso.
Ello se ha expresado en comparecencias de funcionarios ante ambas cámaras del Congreso , con un claro deterioro en la ya de suyo pobre calidad del debate. Hemos visto insultos hacia y desde el podio del compareciente. Mala noticia para el rol del Legislativo como contrapeso del enorme poder del Ejecutivo.
Tema crucial en todas las dimensiones de la vida en comunidad, desde la familia más modesta hasta el crecimiento nacional, el destino de la electricidad es entre nosotros arena de una reyerta de todos contra todos. La votación legislativa se espera en los primeros días de diciembre, pero desde ahora el camino se anticipa lleno de obstáculos y hoyancos. La ausencia de una reflexión de fondo prevé que atestigüemos más despliegue de ideología o acuerdos en lo oscurito que una reflexión sólida, plural y con transparencia de argumentos.
En agosto, vísperas del inicio del periodo de sesiones del Congreso, la intuición del Presidente pareció alertarlo de lo que se venía. Por ello quiso precipitar la aprobación de la enmienda que daba paso a la consulta de revocación de mandato. La propuesta de un nuevo extraordinario se frustró y el tema quedó atorado.
“Ahora sí me voy a cerrar (endurecer)”, expresó a la luz de ello el mandatario ante varios colaboradores, según testimonios recogidos por este espacio. Ese ánimo provocó el cese de la entonces secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero , y el que se aceptara la solicitud de renuncia presentada semanas antes por el influyente consejero jurídico Julio Scherer Ibarra .
Al parecer en esas seguimos. El ánimo de López Obrador trasluce día con día el tono de las negociaciones para alcanzar su propuesta de desmontar la apertura al capital privado impulsada durante el gobierno Peña Nieto , lo cual, es verdad, atrajo una participación dominante de la corporación española Iberdrola, la cual tiene pocas cartas credenciales de que se preocupe por el bienestar de los consumidores. Frecuente blanco durante las “mañaneras”, Iberdrola es ubicada atrás de múltiples amagos de demandas contra la política energética actual.
El ambiente se halla tan cargado que podría no ser casual el reciente episodio que exhibió a Peña Nieto acompañado por su novia saliendo de un hotel en Roma donde el hospedaje cuesta 40 mil pesos la noche. El video del momento, con el personaje central agazapado y bajo insultos de quienes capturan el instante, sin duda demostró la enorme capacidad del expresidente para seguir avergonzando a los mexicanos.
Entre las agitadas comparecencias ante el Congreso debe destacarse la del director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett (él mismo un rostro impresentable del proyecto), de la que se derivaron debates tan ridículos como el “amasiato” PAN-Salinas de Gortari o la condición de Mario Aburto, el asesino de Colosio… hace casi tres décadas.
Es razonable no perder de vista el tema real: la nueva reforma eléctrica podría no ser avalada tal y como llegó al parlamento. López Obrador ha aceptado que el oficialismo está abierto a desechar partes de la iniciativa a cambio su aprobación. Ello, típico en democracia, resulta insólito en este gobierno, acostumbrado al dictado de no moverle “ni una coma” a sus proyectos de ley.