Adán Augusto López
, el nuevo secretario de Gobernación , puede ser descrito como un misterio político. No porque mantenga bajo reserva sus ideas, sino porque no se le conoce ninguna. Desde 2007 ha sido, en forma sucesiva, diputado local, diputado federal, senador y gobernador gracias al simple recurso de mostrar subordinación hacia su amigo y paisano Andrés Manuel López Obrador .
López Hernández relevó el viernes a Olga Sánchez Cordero , cuyo regreso al Senado impuso el verdadero enigma, pues no hay claridad sobre si ella lo solicitó, o el cambio fue precipitado para enviar una nueva señal de ruptura entre Palacio y Ricardo Monreal , el sagaz líder parlamentario de Morena cuya interlocución con el Presidente muestra un punto de congelación desde marzo pasado, según testimonios recogidos por este espacio. Fuentes sólidas avalan la versión de que Sánchez Cordero fue removida y no aceptó posiciones alternas en el gabinete.
Da manera inopinada, ella fue enviada el miércoles 18 a defender en la Comisión Permanente una causa muerta: el periodo extraordinario para aprobar la ley de revocación de mandato que desea López Obrador. Difícilmente su llegada a la presidencia del Senado le permitirá forzar una agenda que se resuelve en otro lado: la Junta de Coordinación Política ( Jucopo ). Si Palacio desea desplazar a Monreal, tendrá que removerlo de la coordinación de la bancada, lo que puede representar una apuesta de alto riesgo.
La operación política que todo ello supone debería recaer en manos del nuevo titular de Gobernación. Pero incluso una mirada superficial sobre el personaje desnuda su escasez de credenciales para esta tarea que, en los hechos, seguirá reposando en López Obrador y en su grupo de colaboradores —cada vez más estrecho y radicalizado.
Sus primeras horas en el puesto exhibieron el nivel de respeto que tiene por el orden jurídico el nuevo ocupante del Palacio de Cobián. Pero su biografía política explica por qué López Hernández entiende la pleitesía como clave para acceder a puestos de poder. De ahí que haya forzado la ley y la Constitución en su estado, Tabasco, para imponer como sucesor a Carlos Manuel Merino , un personaje pintoresco que parece carecer de estudios serios salvo una carrera administrativa trunca y cursos de aviación que le ganaron el mote de “capitán” con el que es conocido.
El “Capitán Merino” ha sido desde 2007 la solícita sombra de López Hernández, al desempeñarse como su suplente en las tareas de diputado local (2007), diputado federal (2009), senador (2012), para finalmente recibir el puesto de “superdelegado” a cargo de los programas federales desde que aquél llegó a la gubernatura, en 2018.
La noche de este viernes el Congreso tabasqueño sesionó para designar gobernador interino. Esperaba la aparición del secretario de Gobierno, José Antonio de la Vega , por así disponerlo la Constitución ante la separación del mandatario en funciones. Sin embargo, el que apareció fue el “Capitán Merino”, que ya ostentaba ese nuevo cargo tras la apresurada renuncia de De la Vega.
Los diputados locales se enteraron entonces de que el gobernador López Hernández había solicitado solo una licencia por 60 días, que pueden ser prorrogables por el mismo lapso. Tras ello, debe ser designado un gobernante interino por tres años más, hasta terminar la gestión iniciada. Pero anoche se gestionaba ya una reforma para permitir que Merino cubra todo ese periodo. Para beneficiar a una sola persona, se aplicará “pequeña tortura” a la Constitución, como gustaba llamarle hace 80 años el cacique potosino Gonzalo N. Santos , símbolo del “viejo régimen” que de cuando en cuando parece resurgir entre nosotros.