Ha tomado visos de leyenda el lema de campaña de Bill Clinton (“Es la economía, estúpido”), que lo llevó en 1992 a la Casa Blanca al aplastar a George Bush padre, que exhibía una popularidad histórica de 90%. En realidad, la frase fue uno de los tres ejes de la estrategia diseñada en su momento por el asesor demócrata James Carville.
“Es la política….”, debería decirse hoy en México. Y no es que falten señales de alerta en la economía y otros frentes. Pero lo que está fallando en la administración López Obrador es el ejercicio de la política, que hace escuchar para entender, edifica consensos y genera certidumbre para todos. La ausencia de política está generando una peligrosa miopía sobre el foso de desencanto, amargura y resentimiento en que se está convirtiendo la sociedad mexicana.
Resultaría indispensable que hoy en su mensaje ligado al informe ante el Congreso, al que lo obliga la Constitución, el presidente López Obrador recapacitara sobre la política como herramienta para construir tolerancia, entendimiento y, en verdad, una patria común. Es decir, que emprenda en los hechos una ruta diferente a la que está construyendo desde hace nueve meses. Porque no hay que tener diplomados en ciencia política para detectar en las encuestas publicadas los días recientes los ámbitos más ayunos de política:
1.- La política de seguridad. Los estudios de opinión pública hechos por Buendía&Laredo, Enkoll o Consulta Mitofsky coinciden abrumadoramente: el rubro con peor desempeño del gobierno AMLO es el combate a la inseguridad, y el reclamo en este sentido es mayor que el de empleo o crecimiento económico. La apuesta por la Guardia Nacional no puede ocultar una deficiente coordinación con los estados, el congelamiento de programas para profesionalizar policías estatales y municipales y la proliferación de hechos de sangre brutales como los ocurridos en Veracruz o Michoacán. Hay un mensaje confuso sobre el fin de la persecución a bandas criminales, la caída de decomisos e incluso un supuesto diálogo con los violentos. El Ejército ha ganado mayores espacios de poder y seguramente nadará en dinero. Pero no hay ninguna garantía de que ello traiga resultados. Los abrazos no traen menos balazos. Son los acuerdos y los compromisos.
2.- El gabinete. Una curiosa mezcla de aliados, amigos, parientes, incondicionales, activistas, reformistas, izquierdistas, socialdemócratas y toda una fauna de acompañamiento integra el equipo del gobierno federal. En muchos casos los identifica su inexperiencia; en otros, su apetito por cobrarse años de exclusión política. En casi todos, una pugna permanente entre los activistas y aquellos con experiencia en el servicio público. El resultado, la bajísima entrega de resultados, que desesperaría a cualquiera. Y López Obrador acumula meses dando señales de impaciencia.
3.- Política interna y diplomacia. Toda política exterior es interior. Por eso la experiencia demuestra que deben marchar juntas. Con Peña Nieto tuvimos una muestra de lo desastroso que supone divorciarlas, como están ahora. La voz de Olga Sánchez Cordero desde Gobernación es cada vez más ausente, decorativa. Y el canciller Marcelo Ebrard refleja el estilo López Obrador de delegar no hacia los cargos sino mediante encargos. Sería trascendente contar con una política interna y una diplomacia que al unísono conmuevan al país e impacten no solo en el salón oval de la Casa Blanca sino también en Centroamérica y el resto de América Latina.
4.- El contrapeso del Congreso. “Ninguna ocasión mejor que ésta para evocar el llamado que, en los albores del parlamentarismo, la justicia mayor de Aragón hacía al entonces monarca para exigirle respeto a los derechos de sus compatriotas: “Nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos”. Esta cita le dio carácter histórico el 1º de septiembre de 1997 a la respuesta de Porfirio Muñoz Ledo al informe de Ernesto Zedillo, en el primer Congreso con mayoría opositora en la vida moderna del país. Parecemos estar muy lejos de esa página. Ayer en San Lázaro, el propio Muñoz Ledo debió permanecer en la presidencia ante la incapacidad de diálogo por parte del bloque mayoritario morenista y la lamentable mediocridad de capacidad y de altura de miras en la oposición. Las referidas encuestas revelan que el aprecio ciudadano por la tarea legislativa, de todos los partidos, va en caída libre. A este paso los mexicanos nos estaremos preguntando de qué sirve el Congreso.
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