Alborozado, Carlos Salazar empató la primavera del 2019 con la convicción de que su reciente ingreso a los pasillos de Palacio Nacional le había permitido cobrar en automático una cuota de poder. Incluso, conquistar el ánimo del presidente López Obrador.

Desde finales del 2018 se consideró irresistible su llegada a la presidencia del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), el organismo “cúpula de cúpulas” al estar formado por las principales agrupaciones que afilian a empresas de diversos ramos. Debió estudiar mejor en lo que se metía.

En charlas privadas, Salazar Lomelín se ha ufanado de ser una presencia recurrente en el primer círculo presidencial. Lo hacía ya cuando apenas había transcurrido un par de meses desde que se había constituido en máximo representante del empresariado nacional, en febrero de ese 2019.

“Me busca constantemente…hablamos mucho…he logrado que cambie su punto de vista sobre varios temas. Bromea conmigo; incluso se echó la puntada de llevarme con la gente de Pepsi, mis rivales”, ha narrado este hombre que hace casi medio siglo, en 1973, a los 22 años, se unió al Grupo FEMSA, una de las principales corporaciones del país, dueña de compañías cerveceras, comerciales y refresqueras, entre ellas Coca-Cola.

Con una licenciatura en Economía por el Tecnológico de Monterrey, más algunos talleres de actualización empresarial en el IPADE y en un centro similar en Italia, Salazar ha sido por décadas un personaje imprescindible en la capital regiomontana, donde recorrió todas las escalas de responsabilidad de FEMSA, ha dado muchos años clases en el propio Tecnológico y participado en múltiples agrupaciones cívicas.

Pero en los círculos políticos, financieros y de poder real en la capital del país se describe a Salazar como el líder empresarial promedio regio: provinciano, políticamente elemental, con formación superficial en múltiples temas y la arrogancia de quien siempre entendió que los gobernantes son una extensión estratégica del sector privado. El que en Nuevo León pone y quita gobernadores; que financia a candidatos de todas las siglas, y está acostumbrado a negociar de tú a tú con presidentes de la República.

Para estos observadores, la actual crisis sanitaria y económica precipitará una crisis en la relación del mundo empresarial con el poder presidencial. Se desnudará, estiman, que los liderazgos privados fueron miopes ante el sacudimiento que supondría el gobierno López Obrador. Y que su lógica de operación los pondrá cada vez más a la intemperie, solos y huérfanos.

Puede tratarse de un punto de quiebre tan profundo como el que vivieron los magnates mexicanos en 1982 con la nacionalización bancaria decretada por José López Portillo, lo que los llevó a tomar por asalto al Partido Acción Nacional (entonces un opositor leal al régimen, clerical, dominado por unas cuantas familias), como lo ha descrito en un libro Soledad Loaeza, la principal historiadora del PAN.

El recambio de dirigentes no será terso. La cúpula de líderes empresariales de la que forma parte Salazar Lomelín incluye desde luego a Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex, desde donde como es costumbre, el sector juega al policía bueno y policía malo. De Hoyos es el policía malo. Quizá deje de serlo cuando empiece a circular un expediente en poder de la administración López Obrador, que incluye millonarias asesorías y otros señalamientos ligados con el exgobernador panista de Baja California, Francisco “Kiko” Vega de la Madrid.

Desde 1983, en el discurso con el que asumió la presidencia del PRI en Tabasco de la mano del entrante gobernador Enrique González Pedrero, López Obrador condenó el maridaje entre la política y los negocios privados. Y lo ha seguido haciendo después de 37 años, hasta en días recientes, cuando negó que su gobierno planee proteger a las grandes empresas, ni siquiera a su planta laboral.

“Nadie puede acusarme de hacer ahora lo que siempre dije que iba a hacer”, declaró en su “mañanera” el día posterior a su informe dominical, que a muchos (no solamente en el sector privado) les pareció decepcionante.

Es este López Obrador al que los líderes empresariales parecen empezar a conocer. Mejor tarde que nunca.

rockroberto@gmail.com

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