En forma anticipada, la disputa electoral por el Estado de México, antesala de la batalla presidencial de 2024, se ha instalado en todo el espectro político. La tensión acumulada parece exhibir a un presidente López Obrador no dispuesto a ser derrotado en esa entidad clave, la más rica del país, con el padrón de votantes más abultado. En el frente opositor las cosas no pintan mejor. Hoy parece que ganará aquel que cometa menos errores.
La precipitación mostrada por Palacio en el arresto del exprocurador Jesús Murillo Karam se manifestó mediante policías que olvidaron recitarle sus derechos y fiscales que lo llevaron ante el juez sin haber leído el expediente que supuestamente ellos debieron integrar. En la causa judicial apareció de pronto implicado Omar García Harfuch, uno de los personajes con mayor crédito público en materia de seguridad, lo que atrajo una reacción airada de él mismo, pero también de su jefa, Claudia Sheinbaum, gobernante de la Ciudad de México, quien parece concentrar las predilecciones del Presidente para ser su sucesora.
García Harfuch tuvo episodios rasposos con el fiscal federal Alejandro Gertz desde antes de que éste lo echara de la Agencia de Investigación Criminal, adscrita a la fiscalía federal. Sólo en las últimas 24 horas, Gertz Manero acumuló en los altos niveles del oficialismo el mismo nivel de desgaste que le provocó su acoso sobre Julio Scherer Ibarra, el exconsejero jurídico presidencial. También perdió el caso contra Rosario Robles. Esto todavía se agravará si termina mal el proceso en contra del exprocurador Murillo, quien investigó durante cinco meses el tema Ayotzinapa y cuyas conclusiones centrales no han podido ser refutadas ocho años después.
La inevitable liga de esta historia con el Estado de México se basa en que Murillo es uno de los personajes más cercanos al expresidente Enrique Peña Nieto. Fue él quien construyó su candidatura inicial para el gobierno mexiquense; quien, como presidente de la Cámara de Diputados, le impuso la banda presidencial.
Desde la acera de enfrente, la alianza opositora que integran PRI, PAN y PRD ha olvidado uno de los principios elementales de la política: “Cuando tu enemigo se esté equivocando, no lo interrumpas”. En cambio, han decidido dar su propio resbalón y atraer sobre sí los reflectores.
El pasado fin de semana todo el sistema de líderes del PAN -dirigentes partidistas, gobernadores, legisladores, incluso el expresidente Vicente Fox- se reunió para arropar la precandidatura a gobernador de Enrique Vargas, sin duda su figura más visible en la entidad, en particular en la zona residencial del poniente de la metrópoli. Con ese despliegue se envió el mensaje al PRI y al gobernador Alfredo del Mazo, que Acción Nacional amenaza con bajarse del barco si no le son cubiertas demandas que mantiene soterradas.
La gran cuota de poder que representa el solar mexiquense está violentando el principio asumido por la alianza, según el cual el partido que gobierna pone candidato. Acción Nacional exige colocar a uno de los suyos, sea en el Estado de México, sea en Coahuila.
El argumento, no menor, es que el panismo conduce el gobierno saliente de Durango, pero dejó pasar la postulación del priista Esteban Villegas, finalmente ganador y al que ahora reclaman que ha cerrado la puerta a los panistas en su equipo de transición, dominado por una pugna interna. El problema es que Villegas punteaba claramente en las encuestas, lo que no ocurre con Enrique Vargas en la entidad vecina a la capital del país, ni tampoco con la mejor carta blanquiazul en Coahuila, Guillermo Anaya, derrotado ya en dos ocasiones sucesivas en su búsqueda del cargo.
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