Uno de los mayores problemas de la administración López Obrador es que escasean quienes dentro del gabinete tienen la capacidad de decirle no al Presidente para evitar que se equivoque, o advertirlo en contra de su obcecación a no abandonar el guión que él mismo ha diseñado. El problema se agudiza en esta época de crisis sanitaria y económica, cuando los errores cuestan vidas y empujan al país a un desastre.

A Graciela, que con pleno derecho avanza en una carrera de servicio público, pero debe cargar con dardos ordenados contra su padre por conducto de emisarios pusilánimes.

El ejemplo más acabado del personaje sin pundonor para defender los criterios científicos sobre el manejo político de la pandemia es el vocero y estratega de su combate, Hugo López-Gatell, quien se halla en los cuernos de la luna por las deferencias recibidas desde Palacio Nacional. Sin embargo, ya está colocado en el basurero de la historia por la comunidad de expertos, alarmados ante la inminencia de una nueva alza en los casos de contagiados y muertos, que puede anticiparse los rebrotes en Europa, la vuelta a restricciones que se preparan en Estados Unidos, pero que aquí son soslayadas por el gobierno federal, no así en diversas entidades que han vuelto al semáforo rojo, lo que tarde o temprano ocurrirá con la capital del país y el Estado de México.

Es poco sabido, pero del otro lado de la moneda se halla uno de los integrantes de menor perfil en el gobierno, el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, que se ha sostenido frente al Presidente en contra de regresar a clases presenciales en las escuelas, pese al cabildeo de las corporaciones educativas, incluida la influencia del exjefe de Moctezuma, Ricardo Salinas Pliego. Otra decisión pertinente del titular del sector fue no usar su puesto como trampolín hacia la candidatura a gobernador de San Luis Potosí.

Otro ejemplo de una extraña mezcla de falta de respeto a su equipo y escaso aplomo de los colaboradores lo expresa el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quizá el hombre en ese cargo más ninguneado por su jefe en muchos, ante la exasperación del conjunto de actores económicos. Un modelo cada vez más insostenibles en una nación bajo emergencia.

Apuntes:

Más sobre el enigma de quién sabía qué en el caso del general Salvador Cienfuegos, la mayor afrenta diplomática al Estado mexicano en décadas. Christopher Landau, embajador norteamericano, tuvo el desliz de decir durante una conferencia académica que él conocía los cargos contra el ex secretario de la Defensa desde antes de asumir el cargo, el 16 de agosto de 2019, pero no dijo nada “por las reglas de secrecía del Gran Jurado” ante el cual comparecerá esta semana el divisionario. Jorge Castañeda, excanciller (2000-2003), negó en un artículo que Landau esté sujeto a tal secreto, por lo que pudo compartirlo con quien él quisiera. El presidente López Obrador declaró que “unas semanas” atrás la embajadora en Washington, Martha Bárcenas, le confió durante una visita a la ciudad de México haber recibido reportes informales sobre esos cargos. En Palacio Nacional se sostiene que Bárcenas nunca informó de ello a su jefe directo, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, con quien ha sostenido una ruptura desde el inicio del gobierno, insólita tratándose de nuestra embajada más importante en el mundo. Con esos antecedentes, es incierto si Washington compartirá en adelante aspectos sensibles del caso, o seguirá demostrando falta de confianza hacia su vecino y aliado.

rockroberto@gmail.com

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