Personaje central de una de las biografías políticas contemporáneas más fascinantes, Manuel Bartlett Díaz es una leyenda viva plena de claroscuros, con derrotas que suelen traerle buena suerte, credenciales académicas y cargos públicos que ya le generaban brillo cuando aún no cumplía 30 años, y que lo dotaron de una arrogancia de la que parece enorgullecerse. Pero hoy, con 84 inviernos encima, es quizá la presencia más incómoda en la administración López Obrador.
Tabasqueño de cepa, el director de la Comisión Federal de Electricidad ( CFE ) es hijo de Manuel Bartlett Bautista , ministro de la Corte y luego brevemente gobernador (1953-1955), defenestrado por su perfil alemanista a manos del presidente Ruiz Cortines y de Carlos A. Madrazo… , del que Bartlett hijo sería colaborador cercano brevemente, antes del derrumbe político de aquél, en 1965.
Es imposible que estas historias no hayan cautivado al hoy presidente, admirador confeso de Madrazo Becerra , pero en especial de su tutor político, Tomás Garrido Canabal , cacique de la región por casi 30 años, en el primer tercio del siglo pasado.
Sea por falta de reflejos, sea porque se formó en un país que ya no existe, Bartlett Díaz parece en ruta al precipicio, con evidencias de corrupción propia y de su entorno inmediato. A lo que debe agregarse que ha decidido colisionar la CFE con el futuro de la energía, sin más argumentos presentables que su tozudez.
El más reciente episodio fue el hallazgo periodístico del periodista Carlos Loret en el sentido de que la casa de campaña que ocupó López Obrador en la Ciudad de México es propiedad de una compañía en la que figura como accionista mayoritario Jesús Hernández Torres , en sociedad con León Manuel Bartlett , hijo del funcionario.
En cualquier momento estas indagatorias se toparán con la presunción de que Hernández Torres, hoy de 76 años, corresponde no con el perfil de socio de la familia Bartlett, sino el de prestanombres, como corresponde con un hombre que desde hace casi medio siglo se consagró al servicio de quien entonces se desempeñaba como director general de Gobierno en Gobernación. Desde esa posición, donde tenía como jefe a Mario Moya Palencia , Bartlett logró brincar al barco correcto, el de Miguel de la Madrid Hurtado , con quien fue secretario de Gobernación; luego halló acomodo con Carlos Salinas de Gortari, que lo hizo secretario de Educación y gobernador de Puebla.
En 1993, con un acta de nacimiento que aun es considerada producto de una travesura del todopoderoso asesor salinista José Cordova Montoya , Bartlett llegó al palacio de gobierno poblano, y a su sombra entró Hernández Torres, que nunca se había separado de él.
Es hasta Puebla donde llegan las raíces de historias que hoy muestran frutos envenenados en torno a la pasión por los bienes raíces por parte de Bartlett; donde construyó la relación con su tercera pareja, Julia Abdala . Y donde designó a Hernández Torres coordinador de Desarrollo Regional, que impulsaría la creación de una nueva metrópoli, la Angelópolis, hoy asiento de los desarrollos más lujosos y exclusivos de la capital estatal.
Hernández Torres estrenó entonces su enésima encomienda bajo las órdenes de Bartlett, lo que incluyó reubicar el proyecto de la “nueva Puebla”, que había visualizado el exgobernador Mariano Piña Olaya (1987-1993), lo que supuso expropiaciones masivas, asignaciones de terrenos, apoyos diversos… Todo bajo el rostro amable del colaborador que luego ocupó el modesto cargo de representante del gobierno en la Ciudad de México. Y así, con ese bajo perfil, hubiera seguido de no haber brincado hace unos días a las noticias.
Apuntes:
Los ministros de la Corte votaron ayer en forma unánime por sepultar la intención de que Jaime Bonilla ampliara a cinco años su gubernatura en Baja California. El episodio supone un contrapeso en defensa de la Constitución. Pero no borra el mal sabor de boca ante evidencias que la maniobra fue presumiblemente organizada, en junio de 2019, por el entonces titular de la Administración General de Aduanas y hoy subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, apoyado por jefes de Aduana designados por él mismo en esa frontera, entre ellos Alejandro Miramontes, de Mexicali, según denuncia del presidente del Congreso local, Benjamín Gómez Macías. Si no es exhumada a fondo, esta historia se seguirá pudriendo.
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