Los estrategas del presidente López Obrador tienen programado que éste presente en la “mañanera” del martes una “lista negra” de gobernadores que, según anunció el pasado día 2, no madrugan para intervenir en reuniones de coordinación entre corporaciones federales y locales sobre inseguridad, lo que supondría que desatienden su trabajo en este campo.
El señalamiento presidencial estaba agendado el martes último, pero fue diferido por el cierre de las negociaciones para el TMEC. Según reportes confiados a este espacio, el Presidente concentrará sus críticas en Jalisco, que gobierna Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano, y mencionará al fiscal estatal, Gerardo Solís Gómez, objeto de señalamientos extraoficiales sobre actos ilegales y protección a mafias del crimen organizado.
El “regaño” de López Obrador alcanzaría también a los mandatarios estatales de Quintana Roo, el aliancista Carlos Joaquín González; al panista Diego Sinhué Rodríguez, de Guanajuato, y al priista Carlos Aysa González, interino de Campeche. Hasta la noche del viernes último no estaba previsto incluir a algún gobernante emanado de Morena.
El eje del programa de López Obrador para enfrentar la inseguridad considera establecer 266 regiones en los 32 estados del país. Se ordenó efectuar en cada una de ellas una tempranera reunión, diaria, con representantes de las fuerzas armadas, así como de autoridades estatales y federales. Pronto quedó demostrado que no existen suficientes mandos para acudir a esos encuentros. La instrucción presidencial cobró el mismo valor del papel en la que fue girada.
Las juntas estatales en las que se espera la participación de los gobernadores han caído en el vacío. Los funcionarios federales alegan haber sido despojados de poder para asumir compromisos. A ello se añade la forzadísima participación de los llamados “superdelegados”, que pretendieron tomar el control de la estrategia de seguridad sin contar con el más mínimo conocimiento del tema. En muchos estados se produjeron escenas incómodas en las que jefes militares regionales se negaron a subordinarse a la confusa “autoridad” de estos actores de nueva factura, que en muchos de los casos no han desempeñado nunca cargo público alguno.
Bajo estas circunstancias, tales reuniones zozobran en un mar de contradicciones, con el desaliento general provocado por las juntas del Gabinete de Seguridad que cada madrugada encabeza el propio López Obrador, cuya eficacia puede ser puesta en tela de juicio a juzgar por el nulo impacto sobre la violencia en el país.
El señalamiento presidencial del martes (si no hay un giro de última hora) escalará la tensión que acumula ya la relación entre Palacio Nacional y un número creciente de gobernadores emanados de partidos de oposición.
La espinosa agenda de los diferendos AMLO-gobernadores sigue siendo hasta ahora manejada en encuentros privados con funcionarios como el secretario de Hacienda, Arturo Herrera. Ya incluye el reclamo de una convención nacional hacendaria que cambie las reglas del juego en el reparto de los dineros públicos; el rechazo a una nueva centralización del poder; el pretendido control federal sobre los sistemas de salud estatales y el recorte inopinado de partidas en programas de apoyo a estados y municipios, incluso en el campo de la seguridad.
Ello está estimulando la reflexión entre gobernadores sobre cómo encarar este desafío impuesto desde la Presidencia de la República, que debilita el de suyo maltrecho federalismo mexicano.
Las conversaciones entre múltiples autores atraen la atención del protagonismo que puedan cobrar en el futuro cercano gobernadores como el priista mexiquense Alfredo del Mazo, o el citado Enrique Alfaro, de Jalisco. Es previsible que en la ruta de los gobernadores panistas se construya una postura de consenso que atraiga cambios en la dirección de Acción Nacional, que hoy encabeza Marko Cortés.
Hasta ahora estos escenarios se han venido confeccionado con rumbo a las elecciones del 2021, buscando un Congreso de la Unión con mayor capacidad de contrapeso frente a Palacio Nacional. Pero a este paso las batallas abiertas pueden producirse antes.
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