Andrés Manuel López Obrador
usa la distancia como método de diálogo y negociación política. En un breve lapso su trato personal puede oscilar desde el contacto estrecho a una dramática cerrazón, inaccesible incluso para sus colaboradores cercanos. Ese estilo de ejercer el poder tiene entre sus damnificados hoy a Ricardo Monreal , uno de los políticos más sagaces y maliciosos del país.
Están a la vista las razones de un trato frío hacia Monreal Ávila, manifestado el pasado miércoles en un forzado “destape” presidencial al parecer diseñado para dejar fuera al zacatecano (Fresnillo, 1960), señalado en corrillos políticos por oponerse a candidatos de Morena en diversas demarcaciones, entre ellas al menos una de la capital, la estratégica alcaldía Cuauhtémoc, donde el oficialismo fue derrotado en las pasadas elecciones.
Bajo su aliento, Pedro Haces —político marcado con las mañas más arcaicas del PRI— creó el partido Fuerza por México, que no alcanzó su registro, pero algunos de sus candidatos fueron usados como arietes contra abanderados de Morena en plazas importantes.
Picado tempranamente por la política, regidor de su municipio natal antes de cumplir 25 años; gobernador de su estado, tres veces diputado y dos más senador, jefe delegacional en la citada Cuauhtémoc, además de coordinador de la campaña de López Obrador en 2012, Monreal ha caído y se ha levantado varias veces, buscando siempre ser un actor indispensable.
Aun quienes consideran que el líder senatorial vive su mejor momento no olvidan cuando, en octubre de 2017, quiso jugar a las vencidas con AMLO al disputarle a Claudia Sheinbaum la postulación de Morena para la jefatura del gobierno capitalino. Derrotado, Monreal amagó con encabezar una coalición única opositora en cuya confección trabajaron el entonces secretario de Gobernación de Peña Nieto, Miguel Osorio Chong , y el gobernante perredista de la ciudad, Miguel Mancera .
El intento naufragó debido a que los procesos ya estaban avanzados, y porque López Obrador hizo llegar a Monreal una encuesta según la cual sería derrotado en las urnas por la señora Sheinbaum, sin importar quién lo postulara. El emisario, presumiblemente Julio Scherer Ibarra, portaba también una invitación a charlar con el tabasqueño.
La cita ocurrió durante un tramo de carretera del Bajío. Antes de salir al encuentro, Monreal dijo a sus cercanos que buscaría un acuerdo: la Secretaría de Gobernación, la presidencia de Morena o la coordinación del Senado.
El 11 de julio de 2018, justo hace tres años, el zacatecano fue anunciado como próximo líder de la bancada en la llamada cámara alta, cuya legislatura iniciaría casi dos meses después. En días previos, dentro de un pequeño salón de su casa de campaña, el entonces presidente electo se había reunido con algunos colaboradores y dirigentes de partido, para definir los futuros liderazgos en el Congreso.
“Ustedes decidan para los diputados, en eso no me voy a meter…”, les dijo, mientras se retiraba, con gesto agotado, según testigos consultados por este espacio.
“Pero… para el Senado sí tuvimos una directriz”, reprochó Yeidckol Polevnsky , a la sazón dirigente morenista.
“…Con Ricardo tengo ese compromiso”, atajó el tabasqueño.
Esa es otra de las claves para explicar la personalidad política de López Obrador: la evidencia de que cultiva asuntos en el largo plazo, lo mismo pactos que rupturas y agravios. Se trata de una urdimbre que tendrá un peso ineludible en el largo trayecto que nos separa todavía de la sucesión presidencial de 2024. En la que Ricardo Monreal será un blanco móvil que pretenderá apostar su resto…, así sea para lograr un nuevo pacto.