Para Héctor de Mauleón, Ciro Gómez Leyva y Sergio Aguayo.
Partidos opositores a Morena, en particular Acción Nacional (PAN) y Movimiento Ciudadano (MC), avanzan en estrategias y negociaciones a fin de arrancar, tan temprano como en mayo próximo, un plan para imponer en los comicios de 2021 una nueva geografía electoral que frene la influencia del presidente López Obrador y hunda a su partido, Morena.
Esos partidos saben ya que los estados del sur-sureste serán territorio AMLO al menos hasta 2024, casi sin importar lo que pase. Que en el noreste (Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas), existe una amplia estima por el Presidente, pero no por su partido. Que en el centro (y aun ahí, con matices) radica el principal polo opositor a la llamada cuarta transformación. Y que en el noroeste (Sinaloa, Sonora y las Baja California) el aval a López Obrador dependerá de qué tipo de candidatos exhiban su aval en la cita con las urnas.
El diseño de la propuesta opositora está marcado por sucesivos ciclos de encuestas en todo el país, por lo que se tiene una hoja de ruta cuya más alta prioridad será arrancar a Morena las mayorías parlamentarias que hoy le permiten aprobar con comodidad (por su peso numérico y el de sus aliados) reformas constitucionales en la Cámara de Diputados, y hacerlo también en el Senado gracias a la sumisa actitud de bancadas como las del PRI, cuyos integrantes encaran el dilema de entrar al juego democrático o procurar impunidad para el pasado inmediato.
El mapeo que han permitido las encuestas arroja a un panorama político fascinante, solo al revisar las regiones listas a seguir a López Obrador hacia el precipicio si es necesario; aquellas en la que el tabasqueño goza reconocimiento, pero su partido, Morena, resulta inaceptable o se le exigirá tener candidatos de alto perfil para ser tomado con seriedad. Y aquellas zonas que se declaran refractarias al tabasqueño.
En 2021, cada vez más cerca, se renovará en su totalidad la cámara baja federal, y habrá comicios locales en 30 de las 32 las entidades del país (con la excepción de Durango y Edomex). Especial atención merecerán 15 estados que elegirán nuevo gobernador: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.
Las dirigencias partidistas, que trazan la logística en la asignación de recursos para campañas y candidatos, dan por descontado triunfos generalizados de Morena en el sur-sureste (con excepción de Mérida), incluida la gubernatura de Campeche, donde el gobernador con licencia Alejandro Moreno, presidente del PRI, luce dedicado a facilitar el triunfo de Morena en su estado.
En las mismas se halla el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, alejado del PRI para cuidarse las espaldas. No mucho más puede decirse de Colima, Michoacán, Zacatecas o Tlaxcala. Morena arrasará ante gobiernos presuntamente opositores pero en realidad ausentes y colaboracionistas.
En Sonora los factores serán diferentes, pero el producto el mismo. Ante la falta de un abanderado opositor sólido, panista o priísta, el ungido por López Obrador contará con ventaja de entrada, aun si como se prevé, resulte ser Alfonso Durazo, que llegaría a una gubernatura sin una acreditación sólida en sus anteriores encargos políticos. Algo semejante ocurriría en Guerrero, donde el riesgo mayor para Morena son las pugnas entre sus precandidatos.
El contraste lo ofrecerán Querétaro y Chihuahua, donde el PAN ya flexiona el músculo para demostrar si tiene la madera y los recursos para frenar a López Obrador y Morena.
Cabe subrayar que mientras la mayor parte del espectro partidista exhibe ya esta dinámica, Morena se ha dado un receso de al menos tres meses más para iniciar la construcción de un nuevo liderazgo, tarea que este domingo le fue confiada a Alfonso Ramírez Cuéllar. Se trata de un personaje al que las pugnas intestinas pueden consumir el capital político que consolidó desde la Cámara de Diputados. En un partido convulsionado, nadie puede apostar a que el lópez-obradorismo logre constituirse en una organización funcional. En la virtual línea de arranque para el 2021, Morena comienza tarde y mal.
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