Esta noche, cuando el Instituto Nacional Electoral (INE) anuncie que el presidente López Obrador triunfó en la consulta revocatoria que lo puso quizá por última vez en una boleta electoral —sumará seis oportunidades, tres fallidas, tres exitosas—, de esas urnas no surgirá una mayor expectativa de que ello se traduzca en algún avance frente a los principales problemas del país. Acaso, al contrario.
Los previsibles festejos en torno al mandatario tras resultar ganador en una contienda sin adversario al frente, reducida a un acto de propaganda personal, no podrán disimular un sabor amargo ante el desgaste al que fue sometido el Estado con un propósito nebuloso, como no sea un acto de franca adulación hacia el mandatario mexicano. Para ello, además del dinero público gastado, fue necesario utilizar como activistas, de manta y matraca, a la mayor parte de los gobernadores y a los integrantes del gabinete, entre los que destacaron los titulares de Gobernación, Defensa y Marina, que no solo violaron leyes específicas que norman sus respectivas tareas, sino que lesionaron la institucionalidad que históricamente marcó a los despachos a su cargo.
Tras el despertar de este lunes, quizá silenciados por el ruido de las proclamas y las loas, el país encontrará los mismos problemas que lo lastran, aquellos que no se resuelven a fuerza de retórica, mediante mítines ni con insultos desde Palacio en contra de los adversarios —reales o ficticios— de la administración López Obrador.
Entre nosotros seguirá una economía diezmada por la falta de recuperación y por una inflación que se confirma como el impuesto más injusto sobre la mayoría de la población. En estas mismas páginas se ha publicado que la carestía golpea mayormente a los estados más pobres, y en particular a 33 millones de mexicanos y mexicanas ubicados bajo la línea de la miseria. Es imposible por ahora saber cuál será el balance de la crisis en ese sector al que van dirigidos los programas asistenciales del gobierno. ¿Les alcanzarán para paliar sus carencias agravadas; mantendrán la esperanza, o caerán en la frustración?
En menos de dos meses serán electos nuevos gobernadores en seis estados: Tamaulipas, Quintana Roo, Hidalgo, Durango, Oaxaca y Aguascalientes. ¿Se confirmará que Morena perderá sólo en este último, o en las siguientes semanas veremos cerrarse las previsiones en varios más, con otras derrotas para los abanderados morenistas, o triunfos apretados, muy lejos de los 20 puntos de ventaja que les exigió el Presidente hace apenas unas semanas?
Quizá antes de la cita con las urnas de junio próximo sea confirmada la versión de que uno de los gobernadores salientes de esos estados recibió la inquietante visita de un personaje de alto perfil, quien le transmitió un mensaje del cártel favorito del sexenio para pedirle favorecer el triunfo del candidato de Morena. El problema no sería la veracidad de tal versión, compartida a este espacio por fuentes confiables. Lo escandaloso es que las bandas criminales financien o veten a candidatos de manera cada vez más abierta.
El día después de la consulta la inseguridad seguirá aportando historias cada vez más brutales. Desde las mañaneras se anuncia que los funcionarios responsables de combatir a las mafias criminales prefieren ir tras un puesto de elección popular —acaso en premio a su fracaso. O nos dicen que la violencia bajó en una cuarta parte, pero no sabemos cómo se logró eso ni nos explican por qué la sangre sigue manchando las calles o por qué no disminuye la impunidad ante las persistentes matanzas, los feminicidios, el asesinato de periodistas, las desapariciones, el cobro de piso…
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