En camino a la jornada electoral del 2 de junio, en México inicia formalmente la campaña electoral federal este 1º de marzo. Así, nuestro país se suma a la pléyade de elecciones que hacen del 2024 el ciclo electoral más nutrido y desafiante a nivel global desde hace décadas y en varios años por venir. En efecto, más de 60 países (además de las 27 naciones que integran la Unión Europea) tendrán elecciones nacionales (presidenciales, de congreso y/o municipales) a lo largo de este año. Cerca de la mitad de la población mundial está convocada a ejercer su voto durante el 2024, incluyendo quienes viven en algunos de los países más poblados del planeta (India, Indonesia, EEUU), en democracias consolidadas (Reino Unido, Corea del Sur, Uruguay) y quienes residen en países con regímenes considerados autocráticos (Rusia, Irán, Venezuela). Lo que decida la ciudadanía en cada una de estas elecciones determinará el futuro de sus naciones y, en buena medida, del mundo en su conjunto en los próximos años.

En este contexto, una de las preguntas centrales de toda elección es identificar cuáles son los factores que influyen en el voto ciudadano y las preferencias electorales. La pregunta importa no solo para los estrategas de los partidos o para quienes gustan de las quinielas, sino también y sobre todo para entender las dinámicas de la democracia y su interacción con otros espacios de la vida pública. No hay un factor único que determine un resultado electoral. Asumiendo un contexto democrático, son diversas las variables que inciden en la decisión del electorado: la situación de la economía nacional de cada país y las percepciones que sobre aquella tengan los hogares; los resultados de las decisiones y políticas del gobierno en turno; los escándalos de corrupción; la capacidad de candidatas y candidatos para conectar con el electorado.

Otro factor que pesa en el voto popular, y que conviene analizar, es la esperanza de futuro, la expectativa de logro y satisfacción, positiva o negativa, que el electorado tenga para los meses y años futuros. En efecto, un sobre la elección de 2016 en Estados Unidos, en la que Donald Trump fue electo, encontró que el indicador que mejor anticipaba el resultado electoral fue el bienestar subjetivo de la población, mejor incluso que la condición económica o el nivel educativo del electorado. Aún más destacable es que la variable específica que mejor pronosticaba el voto a favor de Trump, fue qué tan desesperanzado del futuro estaba el votante antes de la elección, en concreto, qué tan satisfecho con su vida anticipaba que estaría en cinco años. Solo este indicador mostró una capacidad predictiva del doble respecto del ingreso del hogar. Esto no solo se ha observado en Estados Unidos: una ocurrió en la elección presidencial de Francia en el 2017, entre los electores que votaron a favor de Marine Le Pen: la desesperanza del futuro era mayor en ese sector de la población francesa.

A la luz de estos hallazgos, ¿qué resultados electorales podríamos anticipar en México y otros países a partir de la satisfacción futura de la ciudadanía? Con las limitaciones de contexto y tiempo de cada caso, la lógica es que cuando la población anticipa que en el futuro próximo (en uno o cinco años) estará menos satisfecha con su vida o peor en su perspectiva material de lo que está hoy, es más probable que vote en contra del gobierno en turno.

A nivel global, del conjunto de naciones que tendrán elecciones en 2024, en aquellos países para los que hay información disponible y relativamente reciente (Encuesta Mundial de Valores, 2022), los datos sugieren que en países como la India, República Checa o Eslovaquia, una proporción significativa de la población podría votar en contra del gobierno en turno. En esas naciones, una tercera parte de la población dice estar nada o poco satisfecha con su vida, indicador que podría anticipar voto a favor de las oposiciones. Casos diferentes se encuentran en países como Uruguay e Irlanda, donde solo 16% y 22% de la población, respectivamente, reporta poca o ninguna satisfacción con su vida; ahí, el electorado podría estar favoreciendo al oficialismo en turno.

En el caso de la Unión Europea, donde se renovará el parlamento este año, el promedio de poca o nula satisfacción (en 20 de 27 países para los que hay datos) es de un cuarto de la población, lo que no anticiparía cambios sustanciales en la composición actual de su representación legislativa. Sin embargo, países como Rumania, Lituania y sobre todo Grecia, tienen altos niveles de insatisfacción, hasta de 49%, lo que vaticinaría un cambio político más sustantivo de sus representantes al parlamento europeo. Estas cifras, sin embargo, hay que tomarlas con cuidado porque se basan en encuestas hechas al menos dos años antes de las elecciones de este año, y desde entonces muchas cosas podrían haber cambiado.

En América Latina hay datos más puntuales sobre el tema. En la región ya hubo este año elecciones generales en El Salvador y municipales en República Dominicana; faltan las presidenciales de este mismo país, los comicios en Panamá, Uruguay, Venezuela y, por supuesto, en México. ¿Cuál es el sentir ciudadano en estos países sobre su futuro económico y de sus familias dentro de un año?

Solo en El Salvador y República Dominicana hay una abierta mayoría que prevé un futuro alentador: 66% y 52% de la ciudadanía, respectivamente, afirman que su situación económica será mucho o algo mejor dentro de un año (Latinobarómetro, 2023). Quizá esto explique, al menos en parte, el triunfo abrumador del Partido Revolucionario Moderno (del presidente Abinader) en las elecciones municipales de República Dominicana el 18 de febrero pasado, que triunfó en 119 de los 158 municipios de ese país. Y puede ayudar a entender también el masivo triunfo del presidente Bukele en El Salvador, con 84% de los votos, aunque en este caso bajo condiciones legalmente cuestionadas por la interpretación que se dio a la ley para permitir su reelección. En el Congreso salvadoreño, Nuevas Ideas, el partido de Bukele, obtuvo 54 de 60 diputaciones.

En México y Panamá, 28% de la población afirmó que su situación económica será peor o mucho peor dentro de un año, el nivel más alto de insatisfacción material de los seis países que tendrán elecciones en 2024 en la región. Considerando estos niveles de insatisfacción material futura, sería difícil pensar en un escenario de triunfo electoral holgado para los partidos gobernantes (situación diferente ocurre en Uruguay, donde solo 11% tiene una valoración insatisfactoria y 43% cree que vendrá un futuro económico mejor).

Por último, observemos las cifras de satisfacción de la ciudadanía mexicana respecto de las perspectivas de futuro, con base en el registro que el INEGI hace cada trimestre (encuesta de Bienestar Autorreportado, BIARE). En enero de este año, el registro más reciente, solo 6.3% de la población dice estar poco o nada satisfecha con sus perspectivas futuras y casi 94% está algo o muy satisfecha. Se trata del registro más positivo que hay de este indicador respecto de los meses de enero previos a las elecciones federales de 2018 (11% poco o nada satisfechos) y 2021 (10.2%). Más aún, los niveles de insatisfacción con el futuro se han mantenido en nivel bajos desde abril del 2023. A menos de que en abril o junio de este año se registren cambios relevantes en los niveles de insatisfacción respecto de las perspectivas futuras, las cifras sugieren que es más probable que la ciudadanía vote a favor del partido en el gobierno que de la oposición.

Pero las campañas pueden influir sin duda en el sentir de la población hacia el futuro. Así lo sugiere la evolución de este indicador en los trimestres previos a la elección federal del 2021: desde octubre del 2020 se observó un crecimiento significativo en los niveles de insatisfacción respecto del futuro, pasando de 8.2% a 10.2% en enero del 2021 y más aún en abril de ese año, con 15%. Recordemos que en la elección del 2021, la coalición gobernante en México—Morena y sus aliados—obtuvieron menos votos y escaños respecto de la elección previa, en 2018.

La campaña electoral formal en México apenas comienza y seguramente informará no solo la evaluación ciudadana de las propuestas de gobierno, sino también y quizá más importante aún, su valoración sobre las perspectivas de futuro. Puede ser ahí donde se anticipe el resultado de la elección, en la anticipada (in)satisfacción vital de la ciudadanía para los próximos meses y años, reflejando así su (in)conformidad con el estado de cosas actuales.

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