No todo está mal en nuestro país. Como ciudadanos no podemos cultivar un ánimo de denostación social y alimentar síndromes de autodenigración. Debemos levantar la autoestima y confianza de nuestros compatriotas. Es tiempo de reconocer avances y, por supuesto, también retrocesos, obstáculos y complicaciones naturales en el proceso de desenvolvimiento de nuestra sociedad.

Nuestro recorrido como país, en la integración nacional, ha sido azaroso, difícil y accidentado. Nadie nos ha regalado nada. Por nuestras contradicciones y divisiones internas perdimos más de la mitad de nuestro territorio.

Esta es una lección histórica que no debemos olvidar, nuestros desencuentros y omisiones han lesionado a la República. La Independencia, la Reforma y la Revolución son esfuerzos mayores y heroicos de nuestro pueblo, son tomas de conciencia y de orgullo nacional.

Los mexicanos no debemos darnos el lujo de la melancolía. Es hora de revalorarnos, de reconocer nuestros triunfos, éxitos y entereza para afrontar el futuro. El momento actual de México es difícil y complicado, pero lo vamos a superar, nuestra voluntad y determinación son mayores que nuestros problemas. Estamos en una gran efervescencia política; el país, polarizado. El gobierno actual representa un cambio de régimen que involucra echar atrás formas y reformas estructurales de los gobiernos pasados. Sin embargo, la esencia y razón de la República no debe ponerse en riesgo, así como los avances que han hecho posible la construcción de un país libre, democrático y soberano.

En libertad y en democracia debemos dirimir nuestras diferencias y reconocer el avance democrático del país que, aún con deficiencias e irregularidades, está a la vista y debe ser irreversible. Después de 70 años de un partido único gobernante, se realizó sin violencia la transición política y democrática y la remuda del mando nacional a otros partidos. Por décadas, los gobiernos en sus distintas modalidades ideológicas han garantizado paz y estabilidad política nacional; ha sido el resultado, por una parte, de la conducción y la sensibilidad de los gobernantes y, por la otra, la exigencia social y el reclamo colectivo.

La democracia es el sistema que hace posible que los triunfos no sean eternos ni las derrotas para siempre. Es la expresión máxima de la voluntad ciudadana. Es el valor nacional que debemos cuidar, fomentar y acrecentar; es el antídoto contra la autocracia y el autoritarismo. El próximo 6 de junio acudiremos a las urnas, debemos hacerlo con entusiasmo y sin temores. Lo importante será que se realicen elecciones libres, en paz y que se respete el voto. Es el momento supremo de elegir a nuestros gobernantes y de nuestra decisión depende la democracia del país. Los ánimos políticos están caldeados y será un proceso donde contenderán dos fuerzas: las que están a favor y las que están en contra de López Obrador. AMLO vs AMLO.

En política no existen las casualidades. Vamos a un proceso con una ingeniería y estrategia electoral operada y cuidada por el presidente López Obrador, crónica de una tramoya anunciada, bien montada y a la vista de todos. Sus ejes básicos, entre otros, son convertir el proceso en un referéndum a su gobierno, lo cual ya logró; la creación de nuevos partidos políticos afines a su movimiento para atomizar el voto en contra de sus adversarios. El Partido Verde, el Partido del Trabajo e inclusive Movimiento Ciudadano, en el afán de crear un partido con personalidad propia en el país, están jugando un papel determinante para quitarle votos al PAN, PRI y PRD. Todo esto acompañado de una narrativa de exhibición pública de la corrupción de los gobiernos neoliberales.

A la oposición le ha faltado liderazgo, sentido común e inteligencia política; entró al terreno de López Obrador. El debate no estaba en el enfrentamiento y lucha de contrarios que favorece a la narrativa del presidente: los buenos y los malos, los liberales y los conservadores y la corrupción del neoliberalismo. Se olvidaron de encabezar los sentimientos del país y de atender lo que realmente le interesa a la gente. Su contraofensiva política debió ser otra, muy diferente: construir ideas y propuestas duras y amarradas al sentimiento popular y mover la inteligencia emocional. La gente reacciona en función de sus emociones.

En mi opinión, los partidos aliados perdieron la oportunidad de sacudirse viejos vicios y acendrados atavismos políticos. La lista de sus plurinominales es una ofensa a sus militantes, se despacharon con la cuchara grande y las integraron con amigos, amigas, hermanos, compadres y hasta entenados. El otro error consistió en que no tuvieron la sabiduría de postular a líderes naturales, mujeres y hombres, que pudieran competir en la contienda. Ejemplo de estas afirmaciones es el estado de Chiapas, donde el priismo chiapaneco se dividió y se fueron a otros partidos.

En este contexto, y con base en cifras promedio que han manejado las diferentes encuestadoras, es probable que Morena obtenga entre 40 y 42% de la votación. Lo más delicado y preocupante es que los partidos de la alianza sólo logren una votación similar a la que obtuvieron en 2018, el año del diluvio político. Si esto acontece será la evidencia de que los ciudadanos siguen desconfiando de estos partidos y se ven obligados a emitir su voto en otras expresiones políticas. De ratificarse en las urnas estas consideraciones, Morena asegura la mayoría absoluta y con la suma de sus aliados se aproxima a la mayoría calificada.

El 2021 es sólo la aduana de ingreso a la contienda mayor de 2024. Después de este ejercicio democrático, sin duda, habrá un reagrupamiento de las fuerzas políticas del país, reestructuración y fortalecimiento del INE como órgano autónomo (sería un error asignarlo al poder Judicial), una nueva reforma electoral que abra a plenitud las candidaturas ciudadanas y que simplifique los procedimientos y requisitos, y eso sí será una acción política plural y democrática. Los partidos políticos tendrán que renovarse, atender a sus militantes, precisar sus principios ideológicos, encabezar causas ciudadanas, sacudirse la polilla y abrirse a los nuevos tiempos si en verdad quieren competir en la próxima sucesión presidencial.

El porvenir de México no está en riesgo en el próximo proceso electoral. No debemos confundirnos, es sólo un episodio importante en la búsqueda de fortalecer nuestra vía democrática y dirimir nuestras diferencias políticas. A nuestro país le urgen ciudadanos que asuman su responsabilidad y se encarguen de su destino.

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