Así como ha impactado profundamente en los mercados internacionales, el brote global de coronavirus tendrá efectos claros en el sistema internacional y las relaciones entre países, en el corto y en el largo plazo. Hago aquí dos lecturas en torno a cómo la pandemia que enfrentamos afectará el escenario internacional en 2020 y hacia el futuro.
En primer lugar, el coronavirus podría marcar un cambio decisivo en la balanza de poder entre Estados Unidos y China. La influencia de EU en distintos temas de la agenda internacional ha ido en declive, dejando un vacío de liderazgo. La respuesta tardía y cuestionable de la administración del presidente Donald Trump frente al coronavirus podría abonar a la pérdida de legitimidad de EU como un líder frente a retos de gobernanza global. Mientras tanto, China emerge de las complicaciones iniciales de la crisis sanitaria —originada ahí mismo, en la provincia Hubei — como una potencia exitosa que podría apoyar a otros países a manejar la pandemia.
Desde su llegada al poder en 2016, el presidente Trump ha encabezado una política exterior disruptiva, cuestionando sus alianzas tradicionales y con un menor interés en las instituciones internacionales. Frente a la crisis del coronavirus, ha sido notoria la falta de capacidad de la administración del presidente Donald Trump para atender la emergencia sanitaria dentro de sus fronteras. En un principio, su administración minimizó el riesgo que representaba el virus; dejó que los gobiernos estatales encabezaran los primeros esfuerzos de contención, con casos donde la situación se tornó grave como en el estado de Washington.
Asimismo, en línea con su lema America First, ha habido una falta de voluntad para coordinar la respuesta conjunta con sus aliados. No solo eso, finalmente el gobierno federal estadounidense anunció que interrumpiría el tráfico aéreo de pasajeros por 30 días desde cualquier país europeo. Europa, en especial miembros clave de la Unión Europea como Francia, España e Italia necesitan todo el apoyo que se les pueda proporcionar. El continente se ha convertido en el epicentro de la crisis en días recientes y, finalmente, hoy tiene el mayor número de casos de contagio diarios. Italia supera en total de muertes a China, con 3,405 decesos al 19 de marzo, duro golpe para la alianza transatlántica. Frente a este desolador escenario, las medidas de la administración Trump no sólo son tardías y desproporcionadas; reflejan una pérdida de sentido de solidaridad y dañarán la alianza transatlántica.
Al 19 de marzo, China reportó cero casos de contagio local de coronavirus dentro de sus fronteras, después de haber enfrentado casi 81 mil casos de contagio y sufrido más de 3 mil muertes. Así, el gigante asiático, al haber enfrentado de forma aparentemente exitosa la crisis sanitaria, tiene el potencial de proyectar liderazgo en este tema, al encabezar misiones de ayuda internacional y asesoría, en Europa y América Latina. Éste sería un momento oportuno para fortalecer la tesis del ascenso pacífico que ha guiado la estrategia global china.
No obstante, la crisis del Covid-19 también muestra las tensiones que existen entre las aspiraciones globales de China y los rasgos característicos de un sistema político autoritario. La corrupción y la falta de transparencia fueron las causas del mal manejo del brote inicial del coronavirus, en la ciudad de Wuhan. Hay reportes de que el gobierno local y nacional esperaron hasta 5 semanas para poner en marcha medidas de detección y contención contra el virus.
Una segunda consecuencia del coronavirus en el escenario internacional tiene que ver con los mecanismos globales de coordinación frente a pandemias y otras emergencias de salud pública internacional.
La agenda de gobernanza global tiene como objetivo lograr la cooperación de la comunidad internacional para preservar ciertos bienes públicos globales, como la capacidad de prevenir y combatir enfermedades altamente infecciosas. Existe un beneficio compartido para todo el mundo de atender pandemias globales, además de que la acción de cada país puede ayudar a detener la propagación de la enfermedad más allá de sus fronteras: los beneficios individuales son también colectivos.
A fin de mantener ciertos mecanismos de coordinación para preservar la salud pública internacional, la Organización Mundial de la Salud (OMS) actúa como brazo técnico para fortalecer la cooperación entre los países en materia de normas, mejores prácticas y estándares de sanidad internacional. Después del final de la Guerra Fría, y gracias al liderazgo hegemónico de Estados Unidos, adquirió un papel preponderante para detectar y enfrentar pandemias. Hoy en día, desempeña la función crucial de facilitar el intercambio de información entre países sobre enfermedades contagiosas, usar esa información para declarar emergencias sanitarias internacionales y proveer asesoría para enfrentar pandemias o epidemias.
Naturalmente, frente al Covid-19, la OMS ha sido colocada bajo el escrutinio público: sus recomendaciones, planes de acción y cifras han sido materia de discusión en distintos países. Por un lado, en tiempos de gobiernos que desprecian los datos y el conocimiento técnico, se ha convertido en una fuente útil de información para ciudadanos y fuerzas políticas en Europa, Asia y América Latina. Sin duda, se ha fortalecido su legitimidad como una institución que coordina el intercambio de información y procesa la misma para generar conocimiento útil. Por otro lado, la pérdida de la vocación global de EU ha dejado en la OMS la tarea de hacer valer las normas internacionales de salud, como el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), un papel para el cual la institución no está preparada. La OMS, como otras instituciones internacionales, tiene cada vez menor peso para influir en las decisiones soberanas de los países.
Finalmente, no olvidemos que estamos frente a la consolidación de un sistema internacional con varios centros de poder —con distintos niveles de influencia conforme cambian los temas a tratar — y sin un liderazgo claro que incentive la cooperación frente a retos de gobernanza global. En este contexto, la crisis del coronavirus nos permite predecir una mayor importancia de la soberanía nacional de los Estados frente a instituciones internacionales y, por otro lado, un mayor uso de mecanismos ad hoc de coordinación para enfrentar las consecuencias económicas y sociales de las crisis.
Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el CIDE. Asesor en Desarrollo Sustentable