Tal vez exagero, pero el embate del presidente a nuestra UNAM me recuerda aquel clásico bizarro del ¡Alarma!: “Mató a su madre sin causa justificada!”.
Y es que los ataques de López Obrador al Alma Mater de este país, han sido los más irracionales, vitriólicos, groseros, pero sobre todo brutalmente injustos que presidente alguno haya proferido contra la Universidad Nacional Autónoma de México. Como quien habla mal de su madre. Tres días seguidos y vociferantes desde su trono:
-Jueves 21 de octubre: “Hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de proyectos neoliberales, perdió su esencia…ya no hay derecho constitucional, ya el derecho agrario es historia, el derecho laboral; ahora todo es mercantil, civil, penal… fue un proceso de decadencia”.
-Viernes 22 de octubre: “No solo la UNAM, todas las universidades fueron sometidas por el pensamiento neoliberal, todas. Es lamentable que la UNAM se haya derechizado como sucedió en los últimos tiempos”.
-Lunes 25 de octubre: “Apenas si los testereé; les dije que se había derechizado la UNAM. Estoy absolutamente seguro de que eso fue lo que sucedió en todo el periodo neoliberal; se llenaron las facultades de ciencias sociales de conservadores”.
Para empezar, el presidente miente descaradamente al decir que hayan desaparecido carreras de carácter social. Por el contrario, se han multiplicado las que se ocupan de los más desprotegidos y del futuro como Derecho Indígena y Derecho Ambiental y Desarrollo Sustentable, entre muchas otras.
Luego, vuelve a cometer los pecados de siempre: esa enfermiza actitud de generalizar cuando afirma que la UNAM y todas las otras universidades han sido sometidas por el pensamiento neoliberal, pero sin aportar ni un solo argumento documentado de esa absurda afirmación; o sea, es cierto solo porque él lo dice. Tampoco explica cómo se dio el proceso de derechización ni quiénes y cómo operaron los conspiradores para llevarlo a cabo. Lo mismo que hizo con el aeropuerto de Texcoco: se acaba porque es un grupo de corruptos; pero jamás denunció a algún presunto culpable. “Apenas y los testereé”, dice; pero se olvida del poder inmenso que tiene de por sí un presidente, más el que ha acumulado. Así que en lugar de proponer e incluso convocar a un debate, señala con dedo flamígero, juzga, condena y además incita a sus huestes al linchamiento de quienes no se someten a obediencia ciega.
Para descifrar esta invectiva furiosa hay dos tesis: que nuestro presidente se está vengando de una maternidad que lo atormentó durante 14 años y al final no le entregó certificado alguno porque no alcanzó el promedio de ocho. Me resisto a creerlo, sería un asunto de psiquiatría.
Más bien creo, que López Obrador menosprecia, pero a la vez tiene miedo de la inteligencia, del pensamiento libre, de la inclusión, pero sobre todo una palabra que le aterra: autonomía. Porque va en contra de su país ideal, una masa amorfa y maleable que él pueda manipular a su antojo. Y no la suma de mexicanos libres y pensantes que por millones, se han nutrido durante décadas en la generosidad de la madre común y amorosa que ha sido nuestra Universidad Nacional Autónoma de México.
Pero hay que estar atentos. Se está reeditando: “El ESTODO soy yo”.
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