El gobierno de López Obrador no mira por el parabrisas, solo ve por el retrovisor.
A pesar de la lluvia de advertencias del retroceso que implicaría su contrarreforma eléctrica, se empeña en regresar a un pasado oscuro y sucio. Y más aún, se niega a vislumbrar el horizonte que representan las energías limpias y renovables como la solar, la eólica, la hidráulica, la de las mareas, la domótica, la de la biomasa y otras deslumbrantes alternativas. Todo con el propósito obsesivo, inescrupuloso y hasta sospechoso de darle a la Comisión Federal de Electricidad, es decir a su gobierno, es decir a él mismo, el dominio absoluto de la energía; entiéndase los sistemas nervioso y circulatorio que requiere el cuerpo del país.
Pero hay algo más que poco se comenta: la iniciativa pretende también el control de un catalizador decisivo en la fabricación futura de autos eléctricos, que comienza a ser fundamental en naciones que ven hacia adelante: el litio. En México hay indicios prometedores de minas de litio, sobre todo en Sonora, donde hay incluso una planta piloto operada por la empresa privada Bacanora. El problema es que el litio requiere inversiones gigantescas de miles de millones de dólares para que sus plantas sean productivas, luego de periodos promedio de siete años y un grado de desarrollo tecnológico con el que no contamos, como sí ocurre en Estados Unidos, Australia e incluso países latinoamericanos como Argentina y Chile, que ya nos han rezagado. Pero lo más grave es que la reforma lopezobradorista le da a la CFE el control del desarrollo del litio; una especie de perilla en un tablero para acelerar —se ve difícil— retroceder o hasta boicotear el desarrollo del litio en beneficio de sus energías sucias y no renovables, como el petróleo y el carbón, del que por cierto es el rey el senador morenista Armando Guadiana, involucrado en los Pandora Papers.
A ver, recapitulando:
-El planteamiento de que la CFE genere 54 por ciento de toda la energía que se consume en el país es un absurdo. E implicaría una cuarta y cuantiosísima fuga presupuestal que se añadiría a Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya.
-Eliminar los contratos de generación eléctrica que fueron otorgados a empresas privadas, generaría una interminable batalla legal en múltiples frentes incluido el TMEC.
-El cierre de cientos de empresas del sector provocará todavía más desempleo.
-Aunque el gobierno niega la estatización, parece pato, camina como pato y grazna como pato.
-Eliminar los organismos reguladores como la CRE y la CNH, hará de la CFE un monopolio, porque será juez y parte.
-No hay mejor caldo de cultivo para la corrupción que un monopolio.
-Contra la versión demagógica de que es por la soberanía y la economía popular, la ventaja arbitraria y artificial de la CFE tendrá un impacto al alza en las tarifas que pagaremos todos los mexicanos.
-La contrarreforma impedirá que México cumpla sus compromisos internacionales frente al cambio climático.
Tiene razón mi colega de páginas Carlos M. Urzúa: “si se aprueba la contrarreforma eléctrica, pasaría a la historia como el mayor despropósito económico cometido durante el sexenio”.
Por cierto, el PRI de Amlito Moreno todavía está a tiempo de decir que no. O arrojarse al basurero de la historia.