La primera plana de EL UNIVERSAL de este sábado 21 no tiene desperdicio. Está de colección. Porque retrata diversos aspectos de la compleja y brutal realidad que nos ha planteado la pandemia:
-La de ocho, establece que “Prevén que para marzo se llegue a 152 mil muertes”. Añade que la Universidad de Washington estima este escenario si se relajan las medidas para contener al Covid-19. Aunque luego apunta: “si se adopta el uso masivo de cubrebocas, el modelo matemático calcula ¡diez mil muertes menos!”. Quiere decir que, en una extrapolación elemental, veinte mil mexicanos seguirían vivos si desde el primer momento se hubiera masificado el uso de cubrebocas: 80 mil muertos, en lugar de los 100 mil que llevamos ahora y tal vez 200 mil contagiados menos del millón que ya hemos rebasado. Así que la pregunta surge por sí sola: ¿Quién o quiénes son los responsables de que seamos el país con más alta letalidad entre la población en general? ¿Por qué si en España hay un millón y medio de contagios solo han muerto 42 mil personas, menos de la mitad que aquí?
Sí, ya sabemos las respuestas, al menos las de la 4T: es culpa de los anteriores gobiernos neoliberales, conservadores y corruptos que nos heredaron un sistema de salud en ruinas. Aunque en ese diagnóstico convenenciero, falta decir que en esos tiempos oscuros funcionaba —además del IMSS y del ISSSTE— algo llamado Seguro Popular y no faltaban los medicamentos para nuestros niños con cáncer que se mueren cada día. Así que, cuando se plantea la pregunta descarnada de ¿a quién culpar?, buena parte de las miradas se dirigen a los dos señores López, que tal vez queden marcados para siempre por sus propias palabras: AMLO, quien ya con 300 muertos declaró el 22 de marzo “no apanicarnos, vamos hacia adelante y no dejen de salir… sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas”; ya con más de mil muertos y 14 mil casos, otra frase célebre: “vamos bien, porque ya se ha podido domar la pandemia”. En franca competencia de incontinencia verbal, el vocero López-Gatell, quien prohibió hacer pruebas a los laboratorios particulares “para no crear pánico”, soltaría el 28 de febrero: “los cubrebocas no sirven para protegernos del Covid-19”. Todo para exaltar la irresponsable necedad de quien le ha dado un poder sobrenatural: “La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.
-En un recuadro de la misma primera plana de EL UNIVERSAL, el presidente responde a sus críticos y a los de su vasallo: “Lo han hecho muy bien los responsables de llevar a cabo esta estrategia; son de los mejores del mundo. Entonces, ¿por qué cambiar?”
También en recuadro, mi querido Juan Pablo Becerra Acosta nos estremece con la visita a AMLO en Palacio Nacional del gran pitcher de los Dodgers Julio Urías, el día que se dio a conocer la cifra luctuosa de los 100 mil muertos: “Y el jueves, cuando se le necesitaba, cuando se requería de un Jefe de Estado que se conmoviera, que consolara, que abrazara, el Presidente tenía su tertulia beisbolera”.
-En la imagen del día, cubrebocas hasta en los rostros de Pancho Villa y sus dorados. Excepto en los del presídium. A propósito, un reconocimiento a la Jefa Claudia Sheinbaum, por el cierre de la Basílica. Le falta decretar el uso obligatorio del cubrebocas para demostrar que el manejo de la pandemia debe ser científico y no político.