El mar del Zócalo se fue llenando desde muy temprano el domingo. Primero fueron arroyos y luego caudalosos ríos humanos hasta convertir aquello en un océano compacto pero inmensamente vivo y palpitante. Con un lenguaje propio y expresado en una gran voz colectiva, que nos deja grandes lecciones de vida para el presente y el futuro inmediato de este país:
-Se trató de la más intensa concentración humana de los últimos tiempos.
-No es verdad, como han dicho los gobiernos de la Ciudad o el federal, que fueron solo 90 mil asistentes. Se trató de 500 mil según los convocantes y 387 mil según expertos en multitudes.
-El presidente López Obrador dijo hace no mucho que el día que le protestaran cien mil personas en el Zócalo, se iría a “La Chingada”, su finca en Palenque. No lo hará. Por eso le disminuyeron la cifra.
-Tampoco es cierto que a la concentración hayan acudido conservadores y corruptos. Ahí están las imágenes de gente de todas las condiciones sociales. Grupos de jóvenes. Adultos mayores en sillas de ruedas y padres con sus niños en hombros.
-Absolutamente falso que todo se haya debido al poderío inmenso que el Presidente atribuye a sus odiados enemigos de siempre.
-El haber exhibido la lista de los presuntos conspiradores con todo y errores ortográficos y fotos equivocadas, es una felonía y una confesión tácita de espionaje político intolerable en una democracia. Y evidencia que los aparatos de “inteligencia” del gobierno, no están dedicados a combatir a los criminales sino a quienes considera sus adversarios.
-Así que el Presidente volvió a demostrar —por si hacía falta— que gobierna solo para los que lo obedecen ciegamente y en contra de quienes no comparten su mesianismo doctrinario. Lejos, muy lejos de ser un Jefe de Estado, cada vez acercándose más a un dictador autoritario.
-Solo así se explican las rabietas ridículas de quitar la bandera y en cambio poner una manta gigantesca: “García Luna no se toca”, para intentar desacreditar la verdadera intención de la convocatoria; pero eso sí, con el Palacio Nacional rodeado de inexpugnables vallas de acero que sintetizan un miedo ofensivo para los ocupantes de la Plaza de la Constitución.
-Y a propósito, a eso fuimos: a defender nuestra Constitución, nuestra democracia, al Instituto Nacional Electoral y a garantizarnos elecciones transparentes y confiables para el 2024.
-Lo que ha hecho el actual gobierno es una infamia. Luego del fracaso por modificar la Constitución en el Plan A, improvisó un Plan B en forma de bazucazo artero contra el andamiaje constitucional para meterse por la puerta de atrás y “destazar” al INE.
-Sin embargo, el gobierno de la 4T está cometiendo un grave error de cálculo al menospreciar las concentraciones en nuestra plaza mayor y en otras 80 de México y el extranjero. Lo del Zócalo y sus imágenes impresionantes ya son noticia en buena parte del mundo, donde coinciden en que López Obrador está intentando un retroceso democrático para garantizarse la continuidad en el poder. Y si algunos creían que AMLO se iba a conmover con la concentración, ¡oh, desilusión! Se ha convertido en un ciego y sordo no de carencias, sino por arrogancia: no quiere ver, no quiere escuchar.
Ya solo nos queda la Corte, a quien la gran voz común hizo un llamado civilizado pero enérgico para que nos haga Suprema Justicia.