Fue el escenario aparatoso donde el mago tendió un velo de misterio para ocultar la realidad. Nada por aquí, nada por allá. Han desaparecido los 14 millones de nuevos pobres, las hordas de desempleados, las decenas de miles de homicidios y feminicidios y los 1,600 niños muertos por cáncer.
Esa era la intención, pero resulta que fue un verdadero fracaso. Acudieron unos pocos espectadores y el teatro estuvo vacío. O casi vacío.
Es el único símil que encuentro para describir lo que Don Jacinto Benavente llamara “el tablado de la farsa”. Y es que, desde la convocatoria, esto ha sido una tragicomedia mal escrita: el presidente López Obrador impulsa con todo su omnipoder una consulta para que el pueblo bueno apruebe la justicia contra cinco de sus antecesores, pero sin ninguna acusación concreta. Y oculta —como mago que es— su verdadera intención: culpar y responsabilizar al pasado de todos los males presentes y futuros.
A ver: los resultados son contundentes, aunque cada quien quiera verlos con su color del cristal o como aquel viejo pero inolvidable anuncio del vaso medio lleno y medio vacío: para AMLO “estoy contento por los resultados de la consulta del día de ayer; además, nunca había participado tanta gente. Fue algo muy importante, trascendente, independientemente de si es vinculatoria o no”; eso sí, AMLO reprochó una vez más al INE “su falta de entusiasmo” para promover la consulta, lo que impidió según él una votación más copiosa. Pero los números del INE ahí están: de los 93 millones 600 mil electores convocados, acudieron a las urnas solo 7 millones de ciudadanos, es decir el 7.11 por ciento; desde luego en su mayoría simpatizantes de Morena, de los cuales el 97 por ciento votó por el “sí”. La pregunta es el sí para qué, Porque según los morenos, el INE saboteó la consulta ya que, a pesar de los cientos de miles de spots, nunca dijo que era para enjuiciar a los expresidentes. Pero es que el mamotreto de pregunta a votación, mal redactado por la Corte, tampoco lo decía. Ahora incluso, se ha llegado al extremo del absurdo cuando, según consigna ayer EL UNIVERSAL, la 4T a través de Morena promoverá un juicio político contra los consejeros electorales Ciro Murayama y Lorenzo Córdova, por atentar contra la imparcialidad e independencia electoral y porque “de alguna manera han inducido la decisión popular” y “ya cruzaron la línea”. Ridículo, desproporcionado y un patético pecado de soberbia. ¿De verdad gobierno y partido en el poder sienten que solo ellos tienen derecho a trazar líneas y estigmatizar y castigar a quienes las crucen? ¿Ni una pizca de humildad para reconocer que si la consulta, en su estructura y operatividad funcionó, fue precisamente gracias al INE? ¿Aunque el contenido haya sido rechazado por la mayoría de los mexicanos? Porque quienes acudieron estuvieron lejos siquiera de la tercera parte de quienes votaron por López Obrador en el 2018.
Finalmente, el presidente arremetió una vez más —la verdad ya fastidia— contra los medios de comunicación que “guardaron silencio” en las semanas previas a la consulta. Falso. Porque todos los días en la prensa, radio y televisión la consulta fue tema cotidiano. Y en este punto vale la pena preguntarle al presidente: ¿Por qué nunca habla del montón de medios oficiales que a un altísimo costo tiene de rodillas y a sus órdenes? ¿Qué no le sirven para nada? La respuesta es muy sencilla: porque nadie los ve. Ni siquiera el presidente.
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