Es el título del libro más reciente de mi admirado y entrañable Jesús Silva-Herzog Márquez. Que me ha llevado a una reflexión profunda sobre este México tan diverso que somos: en nuestra orografía, con una naturaleza contrastante, paisajes opuestos, el color de nuestra piel y hasta en cómo hablamos, comemos y cantamos.
Con Jesús inicié una conversación única, desde hace algunos años, que se revitaliza de vez en cuando.
—¿Por qué te decidiste por la palabra “contradicción”? Y afirmas en tu libro que “la contradicción no es un accidente de la democracia, sino que es su esencia”.
—Yo creo que la democracia es el lugar donde están las contradicciones; y tenemos que reconocerlas para sostener la casa. El problema que hemos tenido en México, es que hemos dejado de mirar lo que tenemos enfrente; hemos falsificado el régimen político y hemos deteriorado y horadado las razones de la convivencia democrática. Creo que lo que necesitamos reconocer, tanto en lo individual como en lo colectivo, es que estamos hechos de tensiones, de contradicciones, de impulsos contrarios, de aceleradores y de frenos; y eso es lo que tenemos que revisar en términos políticos.
—¿Y cómo sobrevivimos en este mar de ideas que estás describiendo? Y cómo y por qué prevalece el discurso único del presidente López Obrador, que se repite incesantemente, con un vocabulario, por cierto, muy reducido. Y donde no hay ninguna posibilidad de “contradecir” ese mensaje desde el púlpito de las mañaneras.
—El gran problema es su visión de un país polarizado. Esa manera de entender a México como si estuviera conformado solamente por dos trozos: uno legítimo, bueno, noble, sabio, que está encarnado en el presidente López Obrador; y el otro perverso, defensor de intereses siniestros, corrupto e ignorante. Yo creo que nuestro país no puede estar ante esa disyuntiva. Sin embargo, debemos admitir que ese discurso ha sido muy eficaz y lo sigue siendo en alguna medida; tal vez porque AMLO es capaz de presentarse como una figura que los mexicanos reconocen como propia, como suya.
—Nos guste o no, ¿es un gran comunicador o es un gran benefactor o las dos cosas?
—Pues yo creo que sobre todo es un gran comunicador; lo de benefactor está por verse; y es que los números no avalan su agenda de que “primero los pobres” se esté cumpliendo.
—Ahora, sobre el símil que haces entre la construcción de una casa y la construcción de un país, ¿cuáles dirías que son los elementos fundamentales para poner cimientos comunes, una argamasa lo suficientemente sólida para sostener esta casa de la diversidad y las contradicciones?
—Yo creo que lo primero que nos hace falta es el piso; el que no hemos tenido hasta ahora que estamos celebrando los 200 años de la Consumación de nuestra Independencia. No hemos sido capaces de construirlo en toda nuestra historia; y ese piso es la legalidad; una base de Estado en donde a todos los mexicanos se nos garantice la paz y la protección elemental a que tenemos derecho; que nuestra voz se escuchada por gobiernos y jueces en igualdad. Y continuando con el símil de la casa, necesitamos saber platicar; reunirnos en la cena con la idea de que cada uno de los integrantes de la familia puede tener gustos, propósitos y valores diferentes, pero sin agredirnos ni golpearnos. La base justiciera del Estado y la práctica de la conversación como elementos fundamentales.
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