Siempre dije que la Consulta de Revocación de Mandato rabiosamente impulsada por el Presidente López Obrador no pretendía el ejercicio democrático previsto en la Constitución, sino el que pudiera pregonar que el pueblo bueno quiere que siga gobernando como lo ha venido haciendo: para los buenos que son los que votaron por él y contra los malos, los conservadores, los neoliberales, los machuchones, los corruptos, los fifís, los que estudiaron en el extranjero, los mestizos, los médicos abusivos, los profesionistas rapaces, los opositores traidores a la patria y, por supuesto, los periodistas asesinables.

A ver: en este delirium tremens, la lógica ha sido aplastada por la egolatría: ningún ciudadano, ni universidad alguna, ni organización civil de las que tanto abomina la 4T, pidió la revocación; inusitadamente, la iniciativa ha partido de la cúpula del poder omnímodo que detenta el presidente para refrendar su autoritarismo y justificar –hay que decirlo con todas sus letras- una dictadura o al menos una dictablanda; todo ello con miras a un proyecto transexenal encabezado por él mismo como voz única o en su carácter de ventrílocuo a través de algún Neto o cierta Titina; para ello, resulta indispensable en este régimen el diseño absolutista de un escenario idóneo para perpetuarse en el poder en una elección total y absolutamente bajo control; y es que “El Estodo soy yo” quiere eso, la totalidad: el estadio, la cancha, el balón, pero sobre todo los árbitros, hasta los del Var. Por eso, el ataque sistemático y el intento de aniquilación del presidente contra el INE y el TRIFE, pero sobre todo contra sus Consejeros y Magistrados, a los que quiere suplir “mediante el voto popular”, con sus vergonzantes amlovers y contlapaches que a todo le dirán que sí. En pocas palabras: el fin de la democracia en este país. Y si –como otras veces- creen que exagero, ahí les va:

“Se equivocan los adversarios y se equivocan los del INE…esos ya se van y los vamos a ver pasar con la cola entre las patas…Y si me corren, será un honor estar con Obrador”. Y eso no lo dijo un rabioso y convenenciero porrista del presidente. Eso lo dijo el hombre encargado de la gobernabilidad, el diálogo y la conciliación en este país: Adán Augusto López, Secretario de Gobernación, quien entra así a la feroz contienda morenista por quedar bien con su presidente: “espejito, espejito ¿verdad que soy el más abyecto de todos”?

Aunque al día siguiente, una vez más, López Obrador quiere imponernos su realidad a la que vimos todos: Adán no fue a un mitin ni viajó en un avión de la Guardia Nacional ni dijo lo que dijo y, en una de esas, ni se comió la manzana. Eso sí, en uno de esos actos de incongruencia que le caracterizan, el Presidente volvió a señalar a los opositores a la Consulta, como “muy groseros” porque se sienten “de moronga azul”. Tal cual.

Otra vez, a ver: para que la consulta sea vinculatoria tendrán que votar 37 millones 200 mil mexicanos. No irán ni la mitad. Pero él es un genio en esto de las elecciones. Si gana es porque el pueblo quiere su dictadura. Si pierde será culpa del INE, al que hay que destruir. Lo que no quiere ver es que ahora el balón está en la cancha de todos nosotros.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com