Lo que pase en este 2023, será clave para el 2024. Si la oposición logra la victoria en los dos estados, convulsionaría el proyecto político del presidente López Obrador de perpetuarse en el poder al menos hasta 2030. Igual torciendo la ley —como ya lo ha hecho— que gobernando como ventrílocuo desde su finca tropical a un muñeco o muñeca de su preferencia. Y por más que se diga que se trata de dos hechos distintos y a un año de distancia uno del otro, lo que ocurra este 4 de junio y lo que pase el siguiente 2 de junio, son eventos que desde ahora están necesariamente entreverados.
A ver: desde el 2018, con el triunfo avasallante y mesiánico de AMLO, su partido Morena parece invencible; a sus partidarios más radicales se suman —según los expertos— quienes prefieren estar con los ganadores y no con los perdedores; una suerte de inercia electoral; por supuesto que reforzada con el aparato del Estado al servicio de sus candidatos. La circunstancia adicional, hasta ahora, había sido una oposición dividida, diríase deshilachada, que no representaba alternativa alguna en las contiendas electorales, salvo casos excepcionales como la Ciudad de México o Aguascalientes. El Estado de México es caso aparte. Más allá del lugar común de “la joya de la corona” es la entidad más significativa del país, que por su densidad demográfica representa por si sola el 12 por ciento de todo el padrón nacional, lo que es una considerable reserva de millones de votos; más aún, es el estado con mayor presupuesto de toda la República, por lo que significa un tesoro más que apetecible para el costo de las campañas en el 2024; la presidencial como prioritaria.
Por eso, la del Edomex será la hija de todas las batallas. Así que gobierno y oposición se juegan el todo por el todo. López Obrador y Morena volvieron a postular a Delfina Gómez a pesar de sus grandes pecados: señalada como delincuente electoral cuando fue alcaldesa de Texcoco y retenía diezmos de sus trabajadores y luego como Secretaria de Educación, le quitó las comidas a un millón y medio de niños, al suspender el programa de Escuelas de Tiempo Completo para sustituirlo por el de La Escuela es Nuestra que —como es costumbre en este gobierno— mal reparte dinero en efectivo y todavía está en litigio judicial por parte de organizaciones civiles.
Enfrente tendrá una candidata muy poderosa: Alejandra del Moral, joven, carismática y aguerrida que logró aglutinar en su torno a la alianza Va por México, con PAN, PRI, PRD más Nueva Alianza. Alejandra ha sido legisladora y presidenta de su partido el PRI por lo que conoce su estado palmo a palmo. Y todo indica que tiene todo el talento y energía para ganar una feroz contienda contra el aparato de la 4T.
El caso de Coahuila es distinto. Morena como oposición está fracturada por las ambiciones de sus precandidatos Armando Guadiana —el llamado Rey del Carbón— quien finalmente logró ganar su encuesta y el “rebelde” Ricardo Mejía Berdeja, quien renunció a la Subsecretaría de Seguridad Pública para ser candidato del PT. Así que en el norte el camino parece más terso para Manolo Jiménez, dos veces alcalde de Saltillo y de buen perfil.
Lo dicho. El Estado de México y Coahuila pueden enviar un mensaje estremecedor para el 2024: AMLO y Morena son derrotables.