Así como defendimos al INE, ahora nos toca defender al Inai. Porque sigue un plan D para desmantelar al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales. Aunque la animadversión del presidente López Obrador hacia los organismos autónomos no es nueva, la rabia contra el Inai es casi enfermiza: “Todos son creación del periodo neoliberal y absorben gran parte del gasto público… Imagínense, el mismo Instituto de Transparencia cuesta mil millones de pesos; ¿no puede la Secretaría de la Función Pública hacerse cargo de eso?”, puntualizó el presidente proponiendo absurdamente que el gobierno se examine y audite a sí mismo. Se le olvida que el Inai resuelve siete millones de consultas anuales sobre temas e interrogantes que demandamos los mexicanos sobre Directorios, Remuneraciones, Declaraciones patrimoniales o Estudios de Impacto Ambiental. Nada de eso le gusta a la 4T. Pero en los tiempos recientes la ira lopezobradorista se desbordó por dos asuntos: a petición de un particular, el Inai se atrevió a solicitar a la UNAM información sobre la tesis y el título de López Obrador; el segundo es que el Inai está indagando sobre lo que puede ser el caso de corrupción más escandaloso no solo de este sino de muchos sexenios; se trata de Seguridad Alimentaria Mexicana, Segalmex, al frente del cual AMLO designó a su viejísimo amigo Ignacio Ovalle, quien fue el primero que le dio chamba en el gobierno priista de su natal Tabasco hace cuatro décadas. Se trata de la impresionante cifra de 19 mil millones de pesos —el doble de la “Estafa Maestra”— que nomás no aparecen; lo grave es que tampoco aparece el señor Ovalle, que fue escondido en un oscuro cargo en la Secretaría de Gobernación y no ha vuelto a figurar en público.

Por todo ello y más, López Obrador detesta al Inai al grado de que lleva una rabieta que se prolonga ya irracionalmente, poniendo en riesgo la operatividad del Inai y llevarlo a la parálisis. Y es que el presidente decidió vetar el nombramiento de dos comisionados propuestos por el Senado, lo que dejaría al Instituto sin el quórum legal de un mínimo de cinco.

Sin embargo, el Inai tiene una enorme fortaleza encarnada en su Comisionada Presidenta, Blanca Lilia Ibarra, quien ante la mentira injusta de que el Inai solo se ha dedicado a atacar al actual gobierno, ha respondido que el Inai, durante dos décadas, ha fortalecido la rendición de cuentas y el combate a la corrupción, porque ha permitido documentar los mayores casos de “irregularidades en la historia del país”, como La Estafa Maestra, La Casa Blanca, El Caso Odebrecht y el más reciente, Segalmex.

Por ello habrá que apoyarla a ella y al Inai en su gestión, para que se cumpla el nuevo ultimátum de tres días dado por una jueza al Senado de la República —bajo control presidencial— para que designe ya a los dos comisionados faltantes y evitar el derecho de los ciudadanos a conocer información pública o que se vulneren sus datos personales.

Me quedo con una expresión inteligente, decidida y valerosa de Blanca Lilia Ibarra, pronunciada precisamente en su informe ante el pleno del Senado: “Nuestras resoluciones han transformado la relación entre sociedad y gobernantes, obligando a las autoridades a rendir cuentas; empoderando a las personas para vigilar a quienes ostentan el poder. El Inai no sirve al gobierno, sino al pueblo; no ser autónomo sería indigno”.

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