Es probable que en privado él se carcajee de la irritación y contrariedad de millones de mexicanos por algunas de sus decisiones de gobierno. Tal vez le cause una suerte de goce interno el saber del enojo desesperado que provocan sus manotazos autoritarios. Lo que sí hay que reconocerle, es que Andrés Manuel López Obrador una y otra vez rebasa nuestra capacidad de asombro. Cuando ya creemos haberlo visto todo, nos sorprende con un nuevo capricho absolutamente inesperado y absurdo.
Ahora, volvió a ocurrir: luego del paso nefasto de Delfina Gómez por la Secretaría de Educación Pública, se especuló con varios nombres de quienes con ciertos méritos ocuparían su lugar. Sin embargo, el Presidente ha optado por designar a una ilustre desconocida en una tarea clave para la nación, que incluye 30 millones de mexicanos, en su gran mayoría niñas, niños y adolescentes. Leticia Ramírez no tiene ningún otro mérito que ser incondicional seguidora de AMLO desde hace 23 años. Cierto, fue maestra de primaria, pero ejerció muy poco, porque pronto optó por la grilla sindical, primero en el obsecuente SNTE y luego en la combativa CNTE. Así que lleva 25 años alejada de cualquier tarea educativa y con un perfil público no solamente bajo, sino casi fantasmal. Lo único que se sabe de ella es que ya con Andrés Manuel como Jefe de Gobierno fue Coordinadora de Atención Ciudadana, cargo que siguió desempeñando ya en la Presidencia de la República, hasta antier cuando —según sus propias palabras— el presidente la hizo “feliz, feliz” al nombrarla al frente de la SEP. Por cierto, AMLO no dijo mucho al presentarla porque no tenía mucho que decir; salvo que “es de absoluta confianza, preparada, honesta, igual que la maestra Delfina”. Quien, por cierto, dejó un tiradero en Educación: más de 1 millón 400 mil alumnos abandonaron sus estudios; se cometió el crimen social del cierre de las escuelas de tiempo completo que intentaban recuperar las clases perdidas en la pandemia, además de quitar el alimento básico a un millón y medio de niños; el colmo es que la saliente tuvo un subejercicio de más de 25 mil millones de pesos en tan solo un trimestre; o sea, su incapacidad la llevó a privar de recursos valiosísimos para la educación en este país. Ella estaba en lo suyo: la candidatura de Morena al Estado de México. Lo grave es que los expertos no ven que la entrante tenga ni los conocimientos, ni la preparación, ni la experiencia que se requieren en el enorme desafío que representa la rehabilitación del sistema educativo nacional. Y peor aún, al actual gobierno de la 4T no parece importarle.
Las expectativas de los especialistas son terribles para lo que resta del sexenio: Leticia Ramírez no tiene las cualidades ni para diseñar y desarrollar un proyecto y menos un liderazgo en la SEP. Será lo que siempre ha sido: una gestora; una funcionaria sin iniciativa alguna que se limitará a obedecer órdenes; una marioneta cuyos hilos se moverán desde Palacio.
En resumen, la designación de Leticia Ramírez es no solo una burla al presente, sino a un pasado histórico. Porque han sido secretarios de Educación Pública intelectuales, escritores y patriotas que iluminaron su tiempo: Justo Sierra, José María Pino Suárez, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez, Jesús Reyes Heroles y José Miguel González Avelar, entre otros grandes. Lety lleva 30 años cuidando la puerta del Presidente.