El 30 de enero de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador criminalizó y sentenció a Delfina Gómez: “Quien retenga salarios comete un delito penal, pero también un crimen social”.
Porque eso hizo su protegida política durante tres largos años cuando, como alcaldesa de Texcoco, retuvo y desapareció el 10 por ciento del salario de cientos de trabajadores para entregarle a López Obrador cuatro millones de pesos destinados a la formación de Morena. Por eso fue recompensada con la candidatura al gobierno del Edomex, donde se le acusó de un desfalco de al menos 20 millones de pesos durante su campaña que fue, por cierto, coordinada por José Ramón López Beltrán, el hijo mayor de AMLO. Sí, el mismo de La Casa Gris en Houston. Finalmente, la maestra perdió frente al priista Alfredo del Mazo.
En un hecho que pocos conocen, Esteban Moctezuma renunció a la Secretaría de Educación Pública al recibir una instrucción que le pareció moralmente inaceptable: el recorte brutal de nueve mil millones de pesos de su presupuesto, para enviarlos a las obras faraónicas del presidente: el AIFA, Dos Bocas y el Tren Maya. Para evitar un escándalo, se le nombró Embajador de México en Washington.
En cambio, Delfina aceptó gustosamente el cargo con todo y la reducción también criminal. Así que pronto tomó la decisión más irracional que se haya adoptado en este país en materia educativa: cerrar el programa de Escuelas de Tiempo Completo y sustituirlo por un invento de la 4T llamado demagógicamente “La Escuela es Nuestra”. Lo grave e imperdonable es que Delfina afectó las horas adicionales de clase que estaban recibiendo más de tres millones de niños. Más cruel aún, dejó sin alimento a un millón y medio de menores que tienen en ese programa el sustento de su nutrición. Su explicación balbuceante todavía se recuerda: “Es que las escuelas necesitan pintarse”. Pero así ha sido su fidelidad perruna al presidente. Que ahora la ha vuelto a compensar: Delfina es, de nueva cuenta la candidata de Morena al gobierno del Edomex. Y el aparato oficial hará todo lo posible para que gane.
Hay sin embargo una esperanza para que ello no ocurra: que los partidos de oposición se pongan de acuerdo para consensuar una candidatura única que revierta el capricho presidencial. Pero tienen que ir todos: los de Va por México, PAN, PRI, PRD y sumar a Movimiento Ciudadano. Además está el factor Del Mazo que será decisorio: si el gobernador se arma de valor y decide no entregar su estado –como hicieron los mandatarios priístas de Sinaloa, Sonora e Hidalgo, a cambio de impunidad y una embajada— y en cambio pelea su territorio, lleva mano, porque el PRI es el partido con más estructura y organización en el estado. Lo del señor Cortés y su candidato Enrique Vargas es un mal chiste. Las redes se inundaron con los testimonios de este tipo violento y atrabiliario.
En el PRI figuran dos mujeres con buena trayectoria: la Diputada Federal Ana Lilia Herrera, quien sin embargo luce frágil ante lo que será una batalla encarnizada. En cambio, Alejandra del Moral, quien ha sido líder priista, actual secretaria de Desarrollo Social y conoce palmo a palmo su estado, es una guerrera. Y parece mucho más apta para ganar el penúltimo round rumbo al 2024. Porque está muy claro: López Obrador quiere gobernar el Estado de México desde Palacio Nacional.