El incidente de Badiraguato no es una anécdota simpática y aislada. Es un hecho que reafirma dos consecuencias igualmente inquietantes: la negación de la realidad como forma de gobierno; y el crecimiento de la sospecha terrible de una suerte de pacto entre la 4T y el crimen organizado.
A ver: fueron muchos pares de ojos los que vieron a una decena de hombres con armas largas y uniformes militares quienes marcan el alto, interrogan y revisan. Todo en la tierra de la madre del Chapo y del gurú del Cartel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, quien se sabe es el poder tras el trono.
Nada importa. Porque aun contra las indiscutibles evidencias, Andrés Manuel López Obrador quiere imponer el peso de sus palabras: “En algunos lugares, hay personas que están pensando en que debe cuidar una región…pero en general todo bien”. Y cuando le preguntaron sobre el control territorial del narco, volvió a dar por enésima vez una de sus frases favoritas, pero que esta vez sonó inaudita: “Eso piensan los conservadores”. Para asegurar más tarde que se hizo un escándalo por lo del retén y que ese hecho está siendo utilizado por sus adversarios políticos para atacarlo. Más aún, que sus opositores acusaron que este incidente prueba que su gobierno tiene pactos con el crimen. Y retomó su argumento cientos de veces repetido: “Yo no soy Felipe Calderón; él si pactó con la delincuencia; y en vez de atender las causas que originan la violencia, declaró una guerra”.
A propósito, al defender su estrategia de abrazos y no balazos, volvió a la descalificación y el insulto a quienes la han criticado: “son unos conservadores, cretinos, desinformados e hipócritas de doble moral”.
Lo malo del cuento es que las cifras lo apabullan: el primer cuatrimestre de este 2022, es el más violento desde 1997; los cuatro primeros meses del año han sido los más sangrientos, al acumular 7 mil 727 homicidios dolosos; cifra que ya supera al 2011, que tenía 7 mil 335 casos reportados; este nuevo registro rebasa en 5.3 por ciento el primer cuatrimestre del penúltimo año de gobierno del estigmatizado Felipe Calderón; el pasado marzo ha sido el mes más violento con 2 mil 657 homicidios dolosos, 396 más que los contabilizados en febrero, con un alza de 17.5 por ciento. Y conste que no son datos de los adversarios presidenciales, sino de instancias oficiales como el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Además, crecen los cuestionamientos de los expertos en estos temas, no solo por los frecuentes viajes del Presidente al “Triángulo Dorado”, sino por la construcción de carreteras como la que fue a supervisar de Badiraguato, Sinaloa a Guadalupe y Calvo en Chihuahua que, según los especialistas, facilitará el trasiego de amapola que produce goma de opio que luego se convierte en heroína con destino a los Estados Unidos.
A esas obras hay que sumar la liberación de Ovidio, en el Culiacanazo, que podría ser defendible por aquello de evitar una matazón. Pero la imagen de López Obrador muy obsecuente con la mamá del Chapo –al que pidió llamar señor Guzmán Loera- es devastadora; se reproduce todavía en las redes y tal vez lo perseguirá toda su vida.
Así que, con profunda pena Señor Presidente, debo decirle que sus “abrazos, no balazos” nos están saliendo muy caros. Y podrían marcarnos para siempre.
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