Eso de que hay aves que lo cruzan y no se manchan es puro cuento. Aquí todos los que pasan salen mugrientos. Porque este es el pantano de la política mexicana, señoras y señores. Donde imperan el lodo y el miasma. El de olores nauseabundos. Donde no importa llenarse de mierda, con tal de llegar a la otra orilla. La del poder. Unos y otros. Nada de que no somos iguales. Todos idénticos. Al fin y al cabo siameses del mismo origen. Aunque hoy renieguen de sus ancestros.
Irritan lo mismo el video de los paquetotes de lana en el Senado que los de Pío, el nuevo “hermano incómodo” recibiendo bolsitas de tan solo 400 mil o un millón de pesitos del señor León, personero de Velasco y un funcionario de excepción, según el presidente AMLO. Porque ahora resulta que en la versión 4T, “la moral es un árbol que da moras, pero unas grandotas y otras chiquitas”.
Ofenden la dignidad y la inteligencia el uso faccioso que unos y otros dan a sus pruebas: desde “la evidencia incuestionable de tres décadas perdidas en la corrupción”; hasta “el rescate histórico del valor del dinero para aceitar los grandes cambios del país”. Con ganas de mandarlos a todos todavía más lejos.
Lo grave es que la guerra de la podredumbre seguirá cada vez más infame hasta el 2021. Pero lo peor es que desde ahora le está haciendo un daño inmenso al país. Nos distrae. Nos narcotiza. Nos resta energía para pelear en el presente contra las tres pandemias que definirán nuestro futuro inmediato: la sanitaria, la económica y la social.
-Reventamos “el peor escenario de catástrofe” del ínclito López Gatell: rebasamos los 60 mil muertos y la Universidad de Washington anticipa que a finales de noviembre tendremos 130 mil decesos en México. Más del doble de los que pronosticó el favorito del sexenio. En entrevista, el científico mexicano picudísimo de Oxford y la Johns Hopkins, Francisco González, me dice entre otras cosas: que tardamos al menos dos meses –enero y febrero- en tomarnos en serio al coronavirus; que pudimos haber evitado miles de muertes; que hemos escondido o falseado el número de fallecidos y contagiados; pero que todavía estamos a tiempo si realizamos las miles de pruebas que se requieren todos los días y que prioricemos el uso del cubrebocas, empezando por el presidente López Obrador y siguiendo con su vocero.
-En el plano económico, baste señalar algunos datos a cual más aterradores: el cierre de 250 mil pequeñas y medianas empresas por falta de apoyos del gobierno como se ha hecho en la mayor parte del mundo; diez millones de desempleados echados a la calle; y doce millones de mexicanos que bajarán de clase media a pobreza y pobreza extrema; un decrecimiento de la economía de hasta 20 por ciento; y la más grave inflación en 15 años. Bienvenidos a la realidad.
-Estoy absolutamente seguro que ninguno de nuestros gobernantes o legisladores están conscientes ni siquiera de los datos oficiales del área de Psiquiatría de la propia Secretaría de Salud: decenas de miles de afectados por depresión, ansiedad, estrés postraumático; un creciente consumo de sustancias psicoactivas; y el incremento del suicidio de jóvenes entre 15 y 29 años. En paralelo, el desafío no resuelto de millones de nuestros niños sin tele ni internet y condenados a la implacable brecha digital.
En eso deberían estar y no en sus porquerías del pantano. Porque al final, a alguien le cargaremos los muertos.