Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López están cometiendo un doble fraude a la nación:
-Detentan un cargo por el que les pagamos todos los mexicanos que no están atendiendo a cabalidad, enfocados en sus campañas y alejados de sus responsabilidades como servidores públicos. Siempre he dicho que una forma de corrupción es nombrar y aceptar cargos para los que no se está preparado; ejemplos abundan en el actual gobierno federal.
-Peor aún, los precandidatos de Morena están utilizando recursos públicos de sus respectivos presupuestos para financiar viajes, pintar bardas, juntar y llevar acarreados y hasta pagar redes sociales para difundir tik toks y cancioncitas francamente ridículas. Son, contundentemente, actos anticipados de campaña. En cristiano se llaman robos.
Lo grave es que la 4T nos quiere acostumbrar a que todo esto es absolutamente normal, solo porque detentan el poder. Por eso han perdido el pudor y no tienen el menor asomo de recato. La muestra más reciente es la cólera del presidente López Obrador contra su villano favorito, el Instituto Nacional Electoral, a cuyos consejeros llamó pamboleramente —aunque no es lo suyo— “árbitros vendidos”. Todo porque el INE conminó a su corcholata favorita a deslindarse y suspender su #Es Claudia.
Lo cierto es que la Jefa de Gobierno ha burlado y seguirá burlando la ley para seguir en campaña y moviéndose por todo el país con cualquier pretexto. Igual venía haciendo el secretario Adán Augusto, como si México estuviera en paz, con gobernanza y no hiciera falta su trabajo; aunque recientemente ha disminuido su hiperactivismo, dando la impresión de que ya no juega dados sus magros resultados en las encuestas. El que sigue en la porfía es el canciller Marcelo Ebrard, quien ya ha armado toda una estructura para competirle a Sheinbaum la candidatura morenista por la Presidencia en el 2024. Por cierto, acaba de sacarse de la manga un as con el que no contaban ni en el Palacio Nacional ni en su vecino del Ayuntamiento: la realización de debates entre los precandidatos de Morena, a sabiendas de que por experiencia, argumentos y presencia puede ganarlos. Lo cierto es que si ya de por sí teníamos un México dividido y polarizado, ahora esta misma confrontación se hace cada vez más intensa aun en las entrañas del partido gobernante.
Mientras tanto, el país sigue atrapado en esa red gigantesca que nos tendió Andrés Manuel López Obrador con el gran truco de la sucesión adelantada. Él sabía perfectamente que no íbamos bien, ni iríamos mejor. Por eso su gran distractor que inició hace ya más de un año, para un evento que ocurriría 48 meses después.
Así que cada día que pasa es un tiempo perdido para enfrentar y resolver los grandes problemas nacionales que el lopezobradorismo echa debajo de una cada vez más pestilente alfombra: un crecimiento económico de cero en promedio durante el sexenio; la inflación imparable que amenaza recesión; carencias de canasta básica y hambre en millones de mexicanos; el colapso del sistema de salud y el desabasto de medicamentos, que incluye el crimen múltiple de los niños con cáncer; una violencia incontrolable con más miles de muertos, desaparecidos y feminicidios que en sus odiados gobiernos neoliberales y conservadores anteriores; y el fracaso de su aeropuerto, su tren y su refinería. Total: la crónica de un desastre anunciado.