El atentado mortal contra mi querido y admirado colega Ciro Gómez Leyva es la cosecha negra del odio que ha venido sembrando cada día Andrés Manuel López Obrador contra los periodistas de este país.
Muchos de nosotros hemos advertido que si el Presidente no jala del gatillo, sí ha enviado la señal de que matar periodistas es música para sus oídos. Una y otra vez ha insistido en que los comunicadores críticos de su gobierno —ya una mayoría— formamos parte de la que machacona y fastidiosamente señala como una mafia asociada a sus fantasiosos enemigos conservadores y neoliberales; contra los que, por cierto, jamás ha presentado una denuncia formal.
En esta descalificación enfermiza se inscribe su más reciente declaración en el sentido de que el intento de homicidio contra Ciro se deba a un propósito de desestabilizar su gobierno. En una contradicción francamente demencial, AMLO ordena públicamente a sus marionetas Claudia y Ernestina una “investigación independiente”; pero a la vez juzga y sentencia con que la única hipótesis que hay que desechar es que su gobierno no está involucrado y que en cambio el frustrado crimen pudo provenir de alguno de los grupos conservadores antagonistas de su 4T. En el colmo de sus aberraciones, y con la complicidad de sus aduladores y el eco vergonzante de sus bots a sueldo, el presidente y sus sicarios cercanos han incrementado la especie absolutamente inverosímil de que se trata de un autoatentado; algo que no solo representa un insulto a la inteligencia sino una nueva agresión contra el gremio periodístico y contra el propio Ciro, tan grave o más que los disparos en su contra.
A ver: Gómez Leyva es hoy por hoy uno de los periodistas más significativos en este país. Es, de acuerdo a los ratings más confiables, el comunicador más escuchado de México. A lo largo de muchos años ha sabido construir un prestigio con base a su seriedad, talento y una apertura a todas las voces que se manifiestan en una nación tan diversa como la nuestra. Vecinos de estudio y casi vecinos de casa, me constan personal y profesionalmente su conducta ejemplar y su disciplina espartana.
En paralelo, el presidente López Obrador se ha convertido en el gran enemigo de los medios de comunicación. Un día sí y otro también se ha dedicado en sus fatídicas mañaneras a denostar al periodismo crítico y aún más a periodistas específicos que le desagradan. El colmo ha sido la exhibición de listas de periodistas, con nombre y apellido, en pantallas gigantes durante sus peroratas. Más aún, sin fundamento alguno cuestiona las honras y los patrimonios de quienes han osado denunciar las trapacerías de sus cómplices y parientes.
Así que la pelea es absolutamente desigual. Los periodistas sabemos que López Obrador y su invento de la 4T cuentan con instrumentos tan poderosos como sus fiscalías, el SAT y otros para amenazarnos y amedrentarnos. Pero la batalla no está perdida. Nos quiso poner de rodillas y ya no le fue posible. 37 periodistas han sido asesinados durante su gobierno; más que en países en guerra. Por eso, hoy más que nunca: TODOS SOMOS CIRO.