He venido insistiendo sobre los síntomas que nos alejan de Washington y nos acercan a Moscú. Ahora ya nadie podría negar que el gobierno de López Obrador está cada vez más lejos de nuestros socios geoestratégicos y comerciales como Canadá y los Estados Unidos.
Más allá de que fuimos los últimos en reconocer la elección de Joe Biden, hemos testimoniado el endurecimiento de una relación que nadie esperamos de sometimiento, pero sí al menos de cordialidad y beneficios sobre todo considerando las asimetrías a lo largo de más de tres mil kilómetros de frontera común. El episodio más reciente son las consultas y controversias planteadas por Ottawa y la Casa Blanca por la política energética lopezobradorista que, según nuestros socios, afectan sus intereses. Inquieta todavía más que en este espinoso tramo se haya dado la renuncia de nuestra secretaria de Economía, que daba por perdido un arbitraje internacional. Tatiana Clouthier pidió una y otra vez flexibilizar nuestra posición para evitar una costosísima derrota; pero igual, fue una y otra vez rechazada y ninguneada, lo que la obligó a despedirse de un presidente del que fue coordinadora de campaña y que en uno más de sus gestos hepáticos le negó el abrazo de despedida. El hecho significa que, con nuestros aliados en el TMEC, más que conciliación AMLO quiere pleito.
En paralelo, hemos testimoniado cada vez más claramente y hasta desvergonzadamente el acercamiento del Palacio Nacional al Kremlin, a pesar de los 10 mil 719 kilómetros de distancia que estoy seguro que él —tan reacio a los viajes— recorrerá gustoso en cuanto lo inviten.
A ver: Andrés Manuel siempre se ha referido como una “guerra” a lo que todos sabemos que es una invasión flagrante, desproporcionada y abusiva de Rusia a Ucrania; México fue uno de los pocos países de la comunidad internacional en negarse al bloqueo al gobierno de Putin; también se opuso a que la OTAN le envíe armas a Ucrania para su legítima defensa; propuso en cambio ante la ONU un plan de tregua de cinco años que los ucranianos calificaron de pro-ruso, porque le daría a los invasores un nuevo plazo para reagruparse, volver a atacar y evitar que Ucrania sea su Vietnam; pero en el colmo de las decisiones estomacales nuestro presidente hizo un entripado ridículo a nivel mundial al oponerse abiertamente a la propuesta del Parlamento Europeo de postular al presidente ucraniano Volodimir Zelenski para el Premio Nobel de la Paz; por si fuera poco aventó: “¿Por qué no aceptar nuestra propuesta presentada en la ONU?; casi casi una exigencia de que el Nobel se lo merecía él y nadie más; pero lo más grave surgió en las horas recientes cuando el gobierno de Vladimir Putin anunció desde el portal oficial del Kremlin un acuerdo para instalar en nuestro territorio el Glonass (Sistema Global de Navegación Satelital) que no es otra cosa que un sofisticado esquema de espionaje; lo que seguramente encendió las alarmas en Washington por la obvia cercanía geográfica.
Simultáneamente, el gobierno de la 4T se ha negado a que la OEA indague sobre crímenes y presos políticos en Venezuela, Cuba y Nicaragua a quienes cotidianamente manda señales de simpatía y empatía. Y no se diga al camarada Vladimir. Ya solo nos falta que la SEP lopezobradorista imponga como obligatoria la enseñanza del ruso y la cancelación del inglés.