¿Cómo es posible que haya dicho en público lo que dijo de su esposa? ¿De verdad, todo un presidente es capaz de reproducir las peores vilezas de un tuitero cuasi anónimo con tal de justificar su ataque irracional a la comunidad científica?

Siempre he dicho que Andrés Manuel López Obrador desafía cada mañana nuestra capacidad de asombro. Aunque lo de hace unos días, parece agotar todos sus recursos histriónicos. O qué puede ser más escandaloso que reproducir letra por letra el mensaje procaz, soez y denigratorio contra la Señora Beatriz Gutiérrez Müller de López Obrador. Y es que, aunque los insultos incluían a los dos, la gran mayoría se dirigían al flanco más débil que es ella. Después de todo, se supone que él, como hombre público, está expuesto por naturaleza; mientras que ella debiera estar protegida del escarnio maledicente de la gayola.

Y es que hay varios porqués:

-No está plenamente probada la identidad del fulano que escribió el tuit en el que nunca, por cierto, se mencionan los nombres ni de su esposa ni del propio presidente que, sin embargo, supuso los destinatarios.

-En todo caso, el agresor no está entre los 31 científicos, investigadores y exfuncionarios del Conacyt a los que el gobierno de la 4T está persiguiendo ferozmente desde la Fiscalía de la Venganza que encabeza su testaferro Gertz Manero. Lo único claro es que se trata de un personaje ínfimo.

-Por qué entonces, el presidente le da tanta importancia. Quién fue el perverso que le enseñó el mensaje y le sugirió reproducirlo en su mañanera, a pesar de su estulticia.

-Cierto que Doña Beatriz pone de su parte. No solo por sus dislates de sobra conocidos, sino por sus insensatos improperios como el reciente de sugerirle leer a un gigante de las letras como Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura.

-Pero nada puede justificar arrojarla a los leones de las redes con la reproducción de un mensaje tan ofensivo y de la peor bajeza.

-Si el presidente lo hizo para compartir el odio que ha provocado en la mitad de la población, sería un acto perverso. Si lo hizo por torpeza o llevado por un consejo insensato y malentencionado mucho peor.

-O es admisible imaginar al dirigente de un país metido todo el día en twitter a ver qué dicen de él. Como si no tuviera enfrente problemas gigantescos: la economía, el desempleo, la pandemia, el hambre de millones, los muertos de la violencia y la escasez aberrante de medicamentos.

-En todo caso, la pregunta inquietante es ¿así, estomacalmente, trata todos los grandes desafíos de México?

A ver: esta no es una anécdota aislada. Confirma y exhibe a un presidente que gobierna no con la razón, sino con sus filias y sus fobias. Y que en sus obsesiones, como su reciente embate al conocimiento, está dispuesto a cualquier cosa, como destapar la caja de Pandora de su familia.

No es un asunto menor. Al exponer a su esposa, está exponiendo también a sus hijos y parientes, sobre los que de por sí llueven todo tipo de rumores y especulaciones. Y que quede muy claro: no somos los medios, es él, el presidente, quien ha puesto en el debate nacional a su familia.

Yo no sé si alguna vez Andrés Manuel consulte el diccionario. Pero hay por ahí una palabra que le convendría leer. Escrúpulo: “Duda o recelo que punza la conciencia sobre si una cosa es cierta o falsa, si es buena o es mala”.

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com