“Nosotros las humillamos, las degradamos, las explotamos, las torturamos, las violamos, las golpeamos y las matamos. Nosotros todos. Nosotros los hombres, nosotros los gobiernos, nosotros los policías, nosotros los asesinos, nosotros las fábricas, nosotros la pobreza, nosotros las leyes, nosotros la impunidad, nosotros la indiferencia.
En México, la violencia contra las mujeres es el más grave problema de salud pública. Aunque el gobierno federal se niegue a aceptarlo. Al interior de las casas, en 6 de cada 10 su pareja las golpea. Afuera, en las calles y en los baldíos de los cinturones de miseria que aprietan las grandes ciudades, siguen apareciendo sus cuerpos sin vida. Cada vez más jóvenes. Ahora niñas. Muertas.
Una pesadilla que comenzó en el 93 y que ha visto pasar ya tres presidentes y tres fiscales especiales y nadie hasta la fecha que haya podido ofrecer respuestas a los deudos de las víctimas y a la Nación sobre esta cadena interminable de asesinatos.
Al propio presidente lo traiciona el subconsciente cuando dice que son solo 300 y no 400 casos. 100 más, 100 menos, qué importa. Desvaría cuando acusa a los diputados del PRD y el PRI y los responsabiliza de los execrables crímenes de dos niñas violadas y asesinadas y luego pide que no se politice el asunto. Y se equivoca rotundamente cuando señala que no es correcto que los medios estemos “refriteando” la nota.
En cualquier caso, se trata de seres humanos y cada crimen debiera dolernos en el alma”.
Esto lo escribí el 6 de junio de 2005
—siendo presidente Vicente Fox— por aquello de que dicen que ahora los oportunistas nos subimos al tren del feminismo.
Hoy, todo mundo habla de eso. La expectativa es gigantesca, pero sigue creciendo y no como la espuma. Es una ola que anticipa tsunami. Aunque no es un fenómeno espontáneo ni reciente; porque se ha venido gestando desde años y décadas. La discriminación y la violencia hacia las mujeres es una práctica tan añeja como vergonzante. Gobiernos y Congresos van y vienen y nadie ha tenido la visión de anticipar la furia que vivimos ahora.
Los crímenes horrendos de Ingrid y Fátima fueron los clavos que faltaban en una cruz de sufrimiento perpetuo. Aunque hay otro factor que ha incidido exacerbadamente en el hervor de este caldo de cultivo: la reacción del actual gobierno y sobre todo del presidente López Obrador ante el dolor inconmensurable de las víctimas. Basta decir que, hasta ayer —que yo sepa— pronunció el nombre de Fátima, a quien en sus mañaneras venía refiriéndose como “la niña”.
La semana pasada planteé aquí la interrogante de que El Feminicidio fuera el Ayotzinapa de López Obrador (http://eluni.mx/-9bhe7saf). Desde luego me cayeron a tuitazos porque cómo me atrevía a comparar los dos crímenes. Cuando jamás lo hice. Lo mío es la comunicación. De ahí que uno de los más graves errores de Peña Nieto fue la lentitud —11 largos días— con que se pronunció sobre Ayotzinapa y el riesgo que ahora estaba corriendo AMLO. En cualquier caso, los días 8 y 9 de marzo están cada vez más cerca. El 8 es el Día Internacional de la Mujer y se anticipan grandes marchas y movilizaciones tal vez no exentas de algún grado de violencia. Será el día de los gritos. En cambio, el día 9 será el día de los silencios. Sin mujeres en calles, oficinas, escuelas y restaurantes, se harán oír aunque no hablen y se verán más que nunca aunque no estén presentes.
Periodista. ddn_rocha@hotmail.com