En su edición de ayer el diario Milenio publicó como titular más destacado una frase supuestamente atribuida al presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Luis Raúl González: “Aunque reprobable, la tortura no invalida todo testimonio.”

Este funcionario debió contorsionarse cuando leyó la tergiversación que se hizo de sus declaraciones. Es inconcebible que un defensor de derechos serio se atreva a avalar una prueba testimonial que haya sido obtenida mediante tortura.

Son explícitos los tratados internacionales que ha signado nuestro país, la Constitución, las leyes y la jurisprudencia mexicanas: la tortura invalida por entero el testimonio utilizado para inculpar (o autoinculpar).

Los criterios de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y también los producidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación establecen que, de presumirse la existencia de actos o tratos crueles, inhumanos, degradantes o cualquier actuación en contra de la integridad física del imputado, la prueba testimonial obtenida por la autoridad debe ser desechada.

El uso de la tortura para obtener un testimonio hace que la prueba entera quede vulnerada. No cabe la hipótesis de que la tortura dañe un pedazo de la prueba mientras deja intacto otro pedazo.

Si se impuso un trato físico inhumano o degradante todo el testimonio pierde validez. El presidente de la CNDH conoce como nadie este principio vigente del pacto constitucional mexicano.

¿Entonces por qué Luis Raúl González se atrevió a declarar la barbaridad publicada en el principal titular del diario Milenio?

La explicación está en el primer párrafo de la nota referida: González en realidad afirmó que, “aunque ‘reprueba los actos de tortura,’ no se debe invalidar la totalidad de los testimonios.”

Resulta evidente que el editor tergiversó las declaraciones del funcionario. La confusión viene de haber omitido el plural en la palabra “todo.”

Una cosa es decir que la tortura no invalida “todo” testimonio y otra distinta es advertir que la tortura no invalida “todos” los testimonios.

Luis Raúl González argumentó que la anulación de un testimonio, por haber sido obtenido a partir de la tortura, no invalida el resto de los testimonios brindados como prueba dentro del proceso criminal.

No es nimia la distinción porque una cosa es admitir que una parte de un testimonio logrado mediante tortura podría sobrevivir para ser prueba válida en un juicio, y otra muy distinta es que —desechada esa prueba— no puedan ser consideradas por el juzgador otras evidencias, incluidos otros testimonios que no hayan sido viciados por el trato vejatorio de la autoridad.

Esta es la discusión principal que ha colocado a la investigación del caso Ayotzinapa contra las cuerdas. Hay quienes, desde el gobierno, la Fiscalía General y los medios de comunicación reclaman al juez Samuel Ventura por haber liberado a Gildardo López Astudillo a partir del descarte de aquellas probanzas viciadas por la tortura.

En concreto le reclaman que haya respetado la Constitución porque en su cabeza cabe que se vale torturar, siempre y cuando sea poquito, para que las pruebas, cuando lleguen ante el juez, se caigan solo un tantito.

Tiene en revancha razón Luis Raúl González cuando argumenta que los procesos judiciales se componen de una serie larga de probanzas y que la contaminación por tortura de un solo testimonio no tiene por qué contaminar al resto.

El problema en el caso de las liberaciones de Gildardo López Astudillo y otros presuntos cómplices suyos, en el caso de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, radica en que, después de revisar el conjunto de evidencia presentada por la antigua Procuraduría General, el juez no encontró material para condenar a los imputados.

En efecto, el problema no fue que una sola de las pruebas se hubiera echado a perder, sino que el conjunto del caudal probatorio condujera a ninguna parte.

ZOOM

: Frente al uso de la tortura para obtener testimonios inculpatorios no puede haber ambigüedades, ni medias tintas. Se tolera o no, punto final. Llegó el momento de las definiciones: ¿Usted dónde se coloca?

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