Hace unos días el presidente electo de Estados Unidos anunció que impondrá a México y Canadá aranceles del 25% en tanto no se detengan el tráfico de drogas y la invasión de migrantes “ilegales”. En respuesta, la presidenta de México envío una carta en la que propuso un modelo de movilidad laboral, cooperación internacional en materia de tráfico de drogas y terminó señalando: “…a un arancel, vendrá otro en respuesta y así hasta que pongamos en riesgo empresas comunes.”

Preocupa mucho que la reacción sea muy similar a 2019 cuando el presidente Trump hizo una amenaza semejante a México. En esa ocasión, el gobierno mexicano nunca se pronunció oficialmente sobre el hecho de que dicha acción era flagrantemente violatoria del entonces vigente TLCAN. Independientemente de cualquier reacción o análisis sobre los posibles efectos de aranceles en los dos lados de la frontera, el gobierno de México debería expresar que la declaración de Trump constituye una violación clara al capítulo 2 del T-MEC y presentar consultas formales con dicho gobierno al amparo del artículo 31.2 de dicho tratado. Recordemos que ese artículo permite iniciar un procedimiento de solución de controversias cuando “una Parte considere que una medida vigente o en proyecto de otra Parte” viola el Tratado. Existe un precedente sobre el particular cuando en 1995 México inició una controversia contra Estados Unidos derivado de una declaración de su secretario de Transporte por cual señaló que no se iba a dar trámite a la solicitud de permisos para la entrada del transporte de carga de México. De iniciarse una controversia hoy, México estaría en posibilidad de solicitar un panel contra Estados Unidos a finales de enero próximo.

Insisto, dejando de lado la seriedad con la que Estados Unidos enfrentara un procedimiento de este tipo, lo importante es preservar la integridad del Tratado. Inquieta que no se reflexione que el T-MEC es un contrato que nos permite jugar en la misma cancha con Estados Unidos. Tal parece que se quiere regresar al Sistema Generalizado de Preferencias de los años ochenta en donde Estados Unidos otorgaba (y quitaba) beneficios comerciales a México a su libre albedrío. Por la misma razón, llama la atención  que, hasta ahora, México no haya exigido el cumplimiento de la decisión del panel constituido conforme al T-MEC que determinó que Estados Unidos estaba violando ciertas disposiciones sobre reglas de origen automotrices. De igual manera, inquieta que se publiquen reformas a la Constitución y leyes sin un análisis serio y profundo de su compatibilidad con el instrumento comercial –o peor aún- con desdén por las reglas de los tratados. Cada vez que México viola una disposición del T-MEC agrega un tema más en la agenda de revisión del mismo y erosiona su credibilidad. Credibilidad que para México es fundamental para poder exigir que nuestros socios respeten lo que pactaron.

Antes de pensar en cuál sería la posible represalia comercial que México adoptaría contra Estados Unidos, en caso de concretarse la amenaza, deberían estarse analizando los canales legales para hacerlo preservando, ante todo, el marco legal. Por ejemplo, México podría invocar, incluso desde ahora, la excepción de seguridad nacional por el daño económico que le generaría un aumento de aranceles, tal como Estados Unidos utilizó dicha excepción para imponer aranceles al acero y aluminio, provenientes de México, en 2018.

Por último, preocupa que se haya aceptado que la agenda comercial se mezcle con otros temas. Quizá era inevitable, pero México debería tratar, en lo posible, de separar la discusión comercial del tema  migratorio y de tráfico de drogas. De lo contrario, se corre el riesgo de que en el proceso de revisión del T-MEC se analice todo menos los temas comerciales.

Ciertamente son tiempos difíciles. Al que más le afecta el desprecio por el cumplimiento del T-MEC es a México. La receta de guerra de aranceles pudiera no ser suficiente y alejada de un marco institucional, pudiera sentar un precedente terrible para que cada vez que la agenda no comercial se le complique a la administración de Estados Unidos repita la misma fórmula. El ojo por ojo, arancel por arancel, pudiera agotarse. Los argumentos de que nos va a alcanzar con la codependencia comercial o que una represalia también le afectaría a Estados Unidos pudiera no ser suficiente. No caigamos en la provocación para jugar fuera de la cancha. No nos conviene. Seamos audaces, la cancha es el T-MEC, juguemos, si se quiere rudo, pero dentro de esa cancha.

*Profesor Titular de la Facultad de Derecho, UNAM. Exjuez del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio. Presidente de la Comisión de Comercio y Políticas de Inversión de la International Chamber of Commerce México (ICC México).

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