El presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó que realizará una visita de Estado a la Unión Americana, para reunirse con su homólogo de aquella nación, Donald Trump. El encuentro se da en momentos de incertidumbre mundial, en los que distintas coyunturas hacen que el encuentro pase de ser algo normal entre naciones a un suceso altamente discutido.
La primera coyuntura, y la más significativa, es la pandemia provocada por el nuevo coronavirus y sus heterogéneos efectos. Bajo condiciones normales, la cooperación entre México y los Estados Unidos es por sí misma importante. Sin embargo, en la nueva realidad que el virus ha generado, ambos países se necesitan más que nunca para construir mecanismos que generen acciones rápidas y efectivas que alienten la recuperación económica con la mayor velocidad posible.
Ningún Estado podrá salir adelante de esta emergencia de manera aislada; es ahora cuando la solidaridad internacional se convierte en piedra angular para asegurar que las naciones retomen el sendero del desarrollo económico. Del buen entendimiento entre los países dependerá en gran parte que millones de personas puedan regresar a sus empleos, y que la pobreza no se profundice en niveles que resulten irreparables.
La segunda de las coyunturas es precisamente la puesta en marcha de uno de los mecanismos que ayudará a la recuperación económica de la región: el Tratado entre México, Estados Unidos de América y Canadá, conocido como T-MEC. Después de más de tres años de negociaciones, los países firmantes lograron llegar a un acuerdo de relevancia para fortalecer y renovar el bloque comercial más grande del mundo; la visita del presidente de México a la Unión Americana, a la cual se podría sumar la presencia del primer ministro de Canadá, marcará la conclusión de este proceso y el inicio de una nueva etapa comercial.
En el Senado de la República, las y los legisladores acompañamos el proceso de negociación y dialogamos de cerca con los sectores empresariales e industriales de México. Uno de los puntos concurrentes en todas las conversaciones es que el Tratado representará una gran oportunidad de desarrollo económico para el país, especialmente en el mundo que dejará la pandemia. Poder aprovechar estas oportunidades requiere abrir los canales de comunicación entre los países firmantes, mientras que negarse al diálogo podría mermar la potencialidad del tratado.
La tercera coyuntura, la más polémica de todas, es la proximidad de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Para las personas críticas del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, visitar Washington es un error, precisamente por las implicaciones que el encuentro tendría en el proceso electoral de aquel país, al asumir que podría generar alguna interferencia, o bien, que representa un riesgo de erosionar las relaciones con los demócratas, quienes podrían hacerse de la Presidencia en noviembre.
Sin duda, se trata de preocupaciones que tienen que ser escuchadas y que pueden llegar a ser válidas, pero no por ello son de todo acertadas. No se debe perder de vista que la soberanía de un país, la conducción de su política exterior, y sobre todo la protección de los intereses de su sociedad no pueden estar atadas a pronósticos electorales o políticos de otra nación, mucho menos a los temores de represalias por parte de posibles futuras dirigencias, especialmente cuando la cooperación se
encuentra establecida a través de un tratado internacional que trasciende a cualquier ideología.
El gobierno dirigido por Andrés Manuel López Obrador tiene claro que la imperiosa necesidad de encontrar soluciones que permitan que los países se encaminen a la recuperación económica para minimizar los daños que millones de personas ya están experimentando no puede esperar a que el destino político de otra nación se defina, y por ello resulta fundamental no atrasar un encuentro necesario para el desarrollo económico de Norteamérica.
Hay quienes han intentado equiparar esta visita con incidentes similares que acontecieron en el pasado, pero lo cierto es que a diferencia de los tiempos en que se firmó el TLCAN, ahora México cuenta con una posición más consolidada a nivel internacional y con un gobierno que antepone el interés nacional a cualquier otro asunto. También es verdad que, a diferencia de otras épocas, actualmente el mundo enfrenta una profunda devastación causada por la COVID-19, una enfermedad que no entiende ni se frena por los tiempos políticos que algunos analistas buscan priorizar.
El encuentro entre los mandatarios de México, Estados Unidos de América y, posiblemente, Canadá, reforzará los vínculos de cooperación internacional, generará una percepción favorable para atraer inversiones —como lo ha señalado la Cámara de Comercio de la Unión Americana—, abrirá un espacio de diálogo para conversar sobre las situaciones en las que el presidente Trump ha mantenido una posición no favorable para nuestro país, como la migración, y, sobre todo, pondrá en el centro la importancia de garantizar que el T-MEC se convierta en uno de los vehículos para que los tres países puedan tener una recuperación económica tan rápida como sea posible. Éstos son tiempos en lo que las sociedades necesitan empatía y solidaridad, no cálculos políticos o electorales.
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