Los dioses sentenciaron a Sísifo a empujar, durante toda la eternidad, una piedra hasta lo más alto de una montaña. Una vez en la cima, la roca volvía a caer como consecuencia de su propio peso. La razón del castigo fue simple: estimaron que para un ser mortal no podría existir condena peor que el trabajo sin esperanza.
Sísifo se convirtió en el símbolo del trabajo constante, en el héroe que, a pesar de ser consciente de su propia condición, siguió adelante, sin dudar ni un momento de que finalmente lograría llevar la pesada piedra al final de la montaña.
Albert Camus dedicó una de sus obras a este personaje y, como parte de la descripción del mito, asegura que “lo que llamamos una razón de vivir es al mismo tiempo una excelente razón de morir”.
Quienes venimos desde abajo y queremos llegar hasta arriba necesitamos de este tipo de razones para no claudicar en el camino, a pesar de que, como Sísifo, tengamos que empezar una y otra vez. Los ideales por los que vivimos —y moriríamos— nos permiten seguir avanzando en nuestra lucha por construir un país más justo, sin importar las dificultades, calumnias, preferencias y los favoritismos.
Hace un cuarto de siglo, a mis 37 años, aspiraba a ser gobernador de mi estado. Ya previamente había logrado ser secretario de Gobierno de mi lugar de origen, Fresnillo; diputado federal en dos ocasiones, y senador de la República en una más, todo ello bajo circunstancias poco comunes en la política mexicana de la época: sin tener influencias políticas y sin provenir de una clase económica o socialmente dominante, sino de una familia campesina y humilde, formada en la educación pública.
Esta intensa y acelerada travesía me colocó en la posibilidad de contender por la candidatura al gobierno de Zacatecas, pero a punto de llegar a la cima de la montaña las fuerzas del poder dejaron rodar la piedra del autoritarismo sobre nuestras aspiraciones.
No nos detuvimos. Volvimos a empezar, y con solo el cinco por ciento de las preferencias electorales, desde la izquierda partidista iniciamos el camino hacia la cima. Ganamos la elección, demostrando así que juntas y juntos no hay piedra demasiado pesada, que con unidad se puede vencer cualquier adversidad, y que cuando se vive por las razones necesarias todo es posible.
El sábado pasado regresé a Zacatecas después de haber sido invitado por la dirigencia local de Morena para exponer nuestra visión e ideas rumbo a la sucesión presidencial que tendrá lugar el próximo año.
Muchas de las personas que me acompañaron hace 25 años estuvieron presentes con sus hijas e hijos, y las hijas e hijos de estos. Me sorprendió constatar que la esperanza, la energía del movimiento que desencadenamos en aquellos años y la nostalgia de volverlo a vivir siguen presentes, como también se mantiene el camino cuesta arriba, esa montaña de complejidades y obstáculos que tendremos que volver a transitar para cristalizar nuestros anhelos.
Fui incluido tardíamente en la lista de aspirantes de Morena para suceder al presidente, mientras que otros eran referencia y recibieron el respaldo del mayor líder político del país. Mi nombre, a pesar de contar con los méritos necesarios, no se mencionó sino hasta un año y medio después.
En contraste, las campañas anticipadas, sustentadas con grandes cantidades económicas, así como el uso de estructuras estatales para la promoción de otros aspirantes fueron solo algunas de las ventajas con que parte de ellos iniciaron la carrera rumbo al 2024.
A diferencia de la historia de Sísifo, esto no se trata de un mito, sino de una constante lucha contra una desequilibrada realidad. En la parrilla de salida, la luz verde fue escalonada, permitiendo que mientras unos tomaban ventaja otros nos rezagáramos. Pero la carrera apenas inicia, y aunque sea difícil, los ideales que compartimos, la energía popular, la honestidad y nuestros anhelos serán los alicientes que nos permitirán alcanzar a quienes de manera desigual lograron adelantarse.
No soy un iluso optimista, pero tampoco un preocupado extremista. Sé que el trabajo todo lo vence. El inicio de este peregrinar, que tuvo lugar el pasado sábado en Zacatecas, me confirma y me hace recordar que sí se puede. Sí se puede triunfar, incluso en condiciones inequitativas; sí se pueden defender nuestros ideales y anhelos; sí se puede construir un mejor país. Todo es posible, nada es irrealizable; lo único que necesitamos es mantener la unidad, dejar atrás las divisiones y caminar rumbo a la reconciliación nacional.
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