Resistir y avanzar son para mí las claves para la permanencia y el éxito de cualquier proyecto de izquierda. Resistir, porque al lograr uno de los objetivos primordiales, como es llegar al poder, se deben articular los mecanismos necesarios para mantener la implementación de los cambios, pese a las fuerzas internas y externas que se deban enfrentar. Avanzar, porque si no se cuenta con un auténtico liderazgo que encarne la visión y determinación para dar continuidad al proyecto será bastante complejo seguir adelante.
El de Salvador Allende, en Chile (1970-1973), fue ejemplo de un gobierno de transición de izquierda que no pudo resistir hasta el final. Este líder socialista, elegido democráticamente, buscó llevar a cabo una serie de reformas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y los sectores más desfavorecidos.
A pesar de los esfuerzos de Allende, su gobierno enfrentó una fuerte oposición interna y externa. La resistencia de sectores conservadores, empresariales y militares, con el apoyo de intereses extranjeros, llevó a una crisis política y económica. La falta de consenso y las desavenencias políticas provocaron una situación insostenible que culminó en el golpe de Estado militar.
En Brasil, el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva, que comenzó el 1 de enero de 2003 y se extendió hasta el 31 de diciembre de 2010, también es un ejemplo. Lula, político de izquierda, quien llegó al poder después de cuatro intentos, convirtiéndose en el primer líder de izquierda de su nación en casi medio siglo, implementó importantes reformas políticas y económicas con el objetivo de erradicar la pobreza y reducir las desigualdades sociales.
No obstante, a medida que avanzaba su gobierno surgieron desafíos y controversias, y tuvo que ceder terreno ante la derecha, estableciendo acuerdos que posteriormente no fueron respetados, lo cual derivó en la caída de sus niveles de aceptación, en el empoderamiento de la derecha y una sentencia de más de nueve años de prisión.
Podemos, en España, también entra en estos ejemplos. Surgido como una fuerza de izquierda importante durante la década de 2010, su mensaje de cambio y renovación política resonó en un momento en que España enfrentaba desafíos económicos y sociales después de la crisis financiera de 2008.
Sin embargo, con el tiempo ha enfrentado divisiones internas, y experimentado una pérdida de apoyo en algunas áreas. Después de las elecciones generales de 2015, no pudo llegar a un acuerdo de coalición con otros partidos de izquierda para formar un gobierno, lo que llevó a un punto político muerto y la convocatoria de nuevas elecciones en 2016.
Cuando Barack Obama llegó al poder en 2009, se convirtió en el presidente de los Estados Unidos número 44, y prometió un cambio en la política y la forma de gobernar. Su campaña, centrada en el mensaje de “esperanza” y “cambio”, apeló a un enfoque más inclusivo y progresista en temas como atención médica, igualdad de derechos y cambio climático.
Por otro lado, Hillary Clinton, quien había sido su rival en las elecciones primarias del Partido Demócrata en 2008, se convirtió en secretaria de Estado. No obstante, sus diferencias ideológicas y de enfoque en política exterior se mantuvieron y se convirtieron en un tema importante cuando ella se postuló para la Presidencia en las elecciones de 2016, pero no pudo asegurar la continuidad del legado de Obama, ya que fue derrotada por el candidato republicano, Donald Trump.
Esto marcó un punto de inflexión en la política estadounidense y llevó a un cambio significativo en la dirección de ésta, que luego se retomó con el presidente Joe Biden y que ahora vuelve a tambalearse, en medio de un nuevo auge republicano alimentado con el discurso de odio y antiinmigrante, y ante la falta de un liderazgo demócrata.
Otro caso fue el gobierno de Alexis Tsipras, en Grecia, quien fuera el líder del partido de izquierda radical Syriza. En 2015, ganó las elecciones y formó un gobierno de coalición con el Partido Griego Independiente. Sin embargo, enfrentó desafíos significativos en su intento de cumplir con sus promesas y resistir las presiones económicas y políticas.
En julio de 2015, Grecia enfrentó una grave crisis de deuda y se vio obligada a aceptar condiciones de rescate impuestas por los acreedores internacionales, para evitar un colapso financiero. A pesar de sus esfuerzos por resistir, el gobierno de Tsipras finalmente cedió a las presiones, lo que provocó divisiones dentro de su partido y pérdida de apoyo entre la población.
Estos ejemplos constituyen una muestra de cómo los gobiernos de transición o de izquierda pueden enfrentar desafíos significativos y presiones políticas y económicas que dificultan su capacidad para resistir y llevar a cabo sus agendas políticas y sociales.
En México, la llegada a la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador representó el inicio de la Cuarta Transformación de la vida pública del país; de ahí la importancia de que prevalezca la unidad interna y que, sobre todo, se fortalezcan verdaderos liderazgos que garanticen resistir y avanzar en la continuidad de un proyecto de nación basado en los intereses del pueblo y que ha logrado brindar justicia social.
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